Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 28 de junio de 2025


Riéronse mucho las damas, entonando el consabido estribillo: ¡Qué cosas tiene! y Carmen Tagle, para desagraviarle, le ofreció un sorbete diciendo: Vamos, hombre... Tómate un Curra Albornoz y te curas... No es más indigesta la ensalada de pepinos que el suelto de El Puente de Alcolea, y ahí la tienes a ella bailando tan fresca.

Consistia en una túnica de tisú de oro y un albornoz de lo mismo, con un cinturon de oro purísimo sembrado de perlas y rubíes, tan gruesos y bellos que no sabia el rústico cristiano quitar de él los ojos mientras el oficioso hagib le endosaba la rica vestidura.

Y sobre estos varios motivos improvisaron las dos amigas una alegre fantasía, hasta que Leopoldina volvió al palco de la Albornoz momentos antes de comenzar el acto segundo.

Mientras tanto, los invasores llegaban a una antecámara completamente desierta, y el que parecía capitanearlos comenzó a golpear el suelo con su bastón de borlas, citando a la condesa de Albornoz en nombre de la justicia. Era este individuo el jefe de orden público, y venía en nombre del gobernador a registrar el palacio de la condesa e incautarse de todos sus papeles.

En la cubierta se lee: «Saquéla en 12 de abril de 1628 añosSegunda parte del gran Cardenal de España, Don Gil de Albornoz. La burgalesa de Lerma, con la fecha de Madrid 30 de noviembre de 1613. El caballero de Olmedo, del año de 1606, y licencia para la representación de 1607. Amar por burla. El valor de Fernandico. El poder del discreto. Antonio Roca ó la muerte más venturosa.

Varios hombres y mujeres se adelantaron y fueron a arrodillarse ante el comulgatorio; entre ellos iban la marquesa de Sabadell y la condesa de Albornoz, las dos rivales, el verdugo y la víctima, la mujer inocente y la cínica escandalosa.

Salieron todas juntas delante la Albornoz, apoyada en el brazo de Margarita; en mitad de la escalera volvióse aquella muy animada: Como despacharemos tarde, me llevaré a comer a mi ahijada. ¿Me da usted su permiso? ¡Pues no faltaba más, condesa! ¡Gracias, querida, gracias!...

Acercóse entonces un hombre de aspecto modesto que traía una carta en la mano, y preguntóle sin ceremonia si la señora condesa de Albornoz era ella misma; la altiva dama dignóse tan sólo responder con una ligera inclinación de cabeza, y el hombre le entregó entonces la carta, entrándose al punto en Loyola, de donde había salido, por la escalinata de la portería.

No pudiendo, pues, ganarlo en persona, ideó ganarlo en efigie, discurriendo para ello hacerse retratar por Bonnat y enviar la obra maestra de exposición en exposición, para que, apoderándose de ella el buril y la fotografía, no quedara rincón del mundo en que se ignorase que la condesa de Albornoz tenía los ojos, según la frase de Diógenes, pasados por agua.

Al oscurecer, abandonó Jacobo el balcón para dirigirse a casa de Currita, donde estaba citado con el buey Apis desde la víspera; cierto senador famoso, disgustado recientemente con el Gobierno, había solicitado de Martínez, por medio de la dama, una entrevista, y ella apresuróse a ofrecerles, como terreno neutral, su propia mesa; ambos debían, por lo tanto, comer aquella noche en casa de la Albornoz con este objeto, y Jacobo, el niño mimado del nuevo partido, no podía faltar tampoco en aquella ocasión al lado de su jefe.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando