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Todo eran plácemes, sonrisas, invitaciones, encargos... Yo, en el caso de Julio Antonio, me hubiese alarmado sobremanera. ¿Tan malo estoy? me hubiese dicho. Y Julio Antonio, que realmente estaba muy malo, se murió. Probablemente hubiese podido tirar todavía una temporada; pero, yo no si por amabilidad o por buen gusto, se murió en plena apoteosis. ¡Hizo bien!

De alegre, decidor y bromista, se hizo triste, callado y serio; algunos días hasta se mostraba desabrido y seco con los enfermos; en el salón del balneario apenas ponía los pies; negose a recibir fuera de las horas marcadas para la consulta y, por último, su semblante adquirió una expresión de melancolía que hubiese justamente alarmado a sus padres y amigos si de improviso llegaran a Saludes.

Era allí, sin embargo, que Eppie estaba sentada, conversando animadamente con su zapatito que le servía de balde para acarrear agua a la huella profunda de una pata de caballo, mientras que su pequeño pie desnudo estaba cómodamente apoyado en un cojín de lodo verdoso. Un ternero de cabeza roja la observaba, indeciso y alarmado, a través del cerco opuesto.

El Sultán, alarmado con tal contrariedad, que dejaba manco el número de ganapanes y aljameles fijado por el caprichoso Ben-Farding para que lo porteasen, se dirigió a Abu-el-Casín y le dijo: He aquí, amable capitán de la guardia africana, cómo llegan trances y casos en que se echa de menos la sabiduría. ¿De qué traza nos valdremos para llevar a debido cumplimiento las discretas exigencias de mi buen amigo Ben-Farding?

Díjome algunas palabras duras. Prometí amarle con más vivo cariño si me volvía a mi casa. Viendo que no accedía a mis súplicas, grité, acudió la señora anciana, diciendo que la vecindad se había alarmado y que nos fuéramos a otra parte. Irritose lord Gray y amenazó a aquella señora con ahorcarla. Después pareció conformarse con mi deseo, y dándome mil quejas llevome sin dilación a mi casa.

Yo comencé a temer por la salud de mi hija el mismo día en que nació; pero las dos veces en que más seriamente me ha alarmado desde que está en el mundo han sido: una, cuando le declaraste tu amor, y la otra...

En manera alguna, se lo aseguro. Mis sentimientos de las conveniencias sociales añadió con gazmoñería, se hubieran alarmado quizá con cierta justicia si me hubiesen propuesto que ayudara a tres señoritas a salir de noche por la ventana de la clase, pero ya que se trataba de entrar nuevamente en ella... Sonó con fuerza la campanilla de la puerta de entrada y el señor Príncipe se puso en pie.

Los niños de las Claverías y las mujeres estaban abajo, contemplando el Monumento. Las habitaciones parecían abandonadas. Gabriel vio pasar por frente a la ventana a su hermano, que al momento apareció en la puerta. ¿Qué quieres, Gabrielillo? ¿Qué te pasa? La tía me ha alarmado con el recadito. ¿Es que estás peor? Siéntate, Esteban. Estoy bien; tranquilízate....

Don Roque, en otras circunstancias, se hubiese alarmado al conocer esta visita. Tal vez preparaban algún robo importante de «hacienda» para llevar las reses al otro lado de la Cordillera y venderlas en Chile. Pero ahora los personajes importantes de la Presa daban más que hacer al comisario que los gauchos dedicados al abigeato.

Y me despido hasta mañana, porque ya es tarde y me voy a dormir. ¡Buenas noches... o buenos días! Los labios de don Fernando parecieron desplegarse en el retrato, mientras en la misma habitación decía vagamente una voz engolillada: Dios te ayude, hijo mío. Al oír esta voz, estremeciose Pablo, alarmado. Debo de tener fiebre pensó.