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Actualizado: 25 de julio de 2025


Muy distinto de Ibarra y López, que no gustan sino de defenderse en su territorio, él acometerá el ajeno y se apoderará de él. Así la Providencia realiza las grandes cosas por medios insignificantes e inapercibibles, y la unidad bárbara de la República va a iniciarse a causa de que un gaucho malo ha andado de provincia en provincia levantando tapias y dando puñaladas.

Pero al último, nuestro Caleb, que se picaba de sentencioso y moderador ajeno, enderezando la palabra al compañero, le dijo: Catur, ¡cuánto me place verte caminar para Córdoba!

Seis meses antes de morir me sentó sobre sus rodillas y me dijo: «Si te falto ahora, te quedará una renta de cinco o seis mil duros: poca cosa en comparación de lo que teníais antes. Pero puedes gozarla tranquila; ninguna de las alegrías que te procure ese dinero habrá nacido de un dolor ajeno; la limosna que des no será nunca restitución.» ¡Este fue mi padre! ¡Así me educó!...

¡Cuán ajeno estaba el poeta de que la estrella de sus sueños le hacía descender de un modo tan odioso en la escala zoológica!

No lo hicieron así las de Luscinda y Cardenio, y aun las de casi todos los que allí presentes estaban, porque comenzaron a derramar tantas, los unos de contento proprio y los otros del ajeno, que no parecía sino que algún grave y mal caso a todos había sucedido.

El oro inspira a la mujer desconfianza de la buena fe del hombre. ¿Quién es capaz de descubrir la verdad en corazón ajeno? Por eso no debe nunca exponerse nadie a que le culpen de ambicioso cuando sólo pretende ser amado. Tristes verdades, si lo son, para las ricas. Quizá nada tuvieran de extraordinario las frases de Pepe, pero ella no había oído nunca hablar así.

Muy quieto me estaba yo en mi convento de Zaragoza, sin salir de él sino para mi cátedra en la Universidad, cuando el duque de Lerma me sacó de mi celda para traerme á la corte; muy alejado de toda codicia, cuando me hicieron provincial de la Tierra Santa y visitador de mi Orden en Portugal, y muy ajeno de que más adelante me nombrasen archimandrita del reino de Sicilia.

Ella, ella misma lo había jurado; no se sabía para qué era suya, pero lo era...». El Magistral se puso en pie de repente: el tiempo volaba, lo acababa de sentir él como un bofetón; podían estar conspirando los otros con el tiempo y contra él; tal vez estaban juntos ya a aquellas horas.... «¡Infame, infame! y le había ido a enseñar la cruz de diamantes a la capilla... para que viese el traje en que le iba a deshonrar... a deshonrar... él era allí el dueño, el esposo, el esposo espiritual... don Víctor no era más que un idiota incapaz de mirar por el honor propio, ni por el ajeno... ¡aquello era la mujer!».

Y esta pobre continuó el médico prosigue la santa obra de la alegría. Cuando se ve sola, piensa en la otra, piensa en el oficial muerto, y huye en busca de los agonizantes, como si el dolor ajeno fuese su refugio. La sala de los incurables, de los que están condenados á morir, es su lugar preferido. Y canta, cuando minutos antes suspiraba á solas; ríe, con los ojos cargados aún de lágrimas.

Dios mismo, al dolor tirano, doblegados nos dejó, que la maldicion oyó y no se maldice en vano. De temor estoy ajeno, dijo Ataide ya impaciente aquel que maldice al bueno el daño siente en su seno. ¡Oh, ! ¡la fiera serpiente da á sus hijos su veneno! ¡Hijo soy yo de un maldito!

Palabra del Dia

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