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Actualizado: 16 de julio de 2025
Los gritos que quieres ahogar cortando la garganta, para que por la herida se escape la voz y no llegue a los labios, resuenan hoy por toda la redondez de la tierra. Las Prensas de Europa y América te llaman a porfía el execrable Nerón, el tirano brutal.
¡Buena falta le hace! dice Juan con voz tierna, siguiendo a su hermano con una mirada afectuosa. Querría ahogar el sentimiento que lo atormenta y que se despierta en él a la vista de Martín. Ha llegado la tarde... La multitud está bañada por un resplandor purpurino. Un rosado crepúsculo envuelve la llanura y el bosque.
Si en ocasiones les deja obrar, suele también con frecuencia, malicioso y cazurro como es, herirlos, vengarse, más contento de ahogar á un piloto que de engullirse las embarcaciones. Con todo, tiempo hacía que no se citaba ningún accidente marítimo. El muy cálido verano de 1859 no ofreció otro siniestro en aquellos parajes que una barca destrozada en el mes de junio.
Ante la idea de no poder oír la voz de su amada, de tener que contentarse con un recuerdo invisible, el odio contra el hombre que se la había arrebatado lo dominaba hasta ahogar la voz de todos los demás sentimientos. Si ella no podía inculcarle la idea del perdón, si su recuerdo era ineficaz, la culpa era enteramente de ese hombre.
Por cima del diablo, así como hay bien, hay mal inmensamente mayor de que Mefistófeles no podrá jamás curar el alma de Fausto. Fausto, para recibir algún bien del diablo, así como para someterse a su dominio, tiene que ahogar esa aspiración superior de su alma.
Al primer dia se hubo de ahogar Ogul, y creyó que iba á exhalar el alma; al segundo se cansó ménos, y durmió mas bien: por fin á los ocho dias recobró toda la fuerza, la salud, la ligereza, y el buen humor de sus mas floridos años.
Jacinta le sentó sobre sus rodillas y trató de ahogar su desconsuelo, estimulando en su alma la piedad y el cariño que el desvalido niño le inspiraba.
Y para hacer su pacotilla repuso el incorregible filósofo. Por eso os bendecimos, padre mío gritaron los otros contrabandistas a fin de ahogar aquella impertinente interrupción.
Y cuando hubiera podido amar a ese muchacho, cuando se hubiera sentido orgulloso de confesarlo por hijo suyo, veíase condenado a olvidarle, a comprimir en lo más secreto de su corazón los fuertes impulsos de su ternura. Lo mejor que podía hacer en favor de este hijo suyo era marcharse y no verle nunca más... Había de ahogar en germen ese amor que hubiera sido para él un verdadero consuelo.
Esta escena es admirable, y completamente perfecta en todas sus partes. El heroísmo del padre, resuelto desde un principio á sacrificar sus afecciones personales por su Rey y su fe, aunque sin ahogar por entero la voz de su corazón; la resignación del hijo, dispuesto á la muerte con alegría, porque muere por su Dios y por su patria, nos conmueven y afectan de una manera indecible.
Palabra del Dia
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