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Actualizado: 21 de junio de 2025


Usted es hombre honrado, y no hay más que mirarle para ... voy al decir, que.... ¡Hijo mió de mi alma!...; yo no ya lo que digo ni lo que he de hacer porque lo pase más á gusto. Las lágrimas ahogan á la pobre mujer, y el dolor perturba su razón.

Daos prisa más bien a imaginaros lo que no digo de la voluptuosidad y belleza de las mujeres que nacen bajo un cielo de fuego, y que, desfallecidas, van a la siesta a reclinarse muellemente bajo la sombra de los mirtos y laureles, a dormirse embriagadas por las esencias que ahogan al que no está habituado a aquella atmósfera.

Ya dije que los heridos se habían transportado al último sollado, lugar que, por hallarse bajo la línea de flotación, está libre de la acción de las balas. El agua invadía rápidamente aquel recinto, y algunos marinos asomaron por la escotilla gritando: «¡Que se ahogan los heridos

Si yo fuera de la Inclusa o no tuviese cariño a la camisa que traigo puesta, no necesitaba decirme nada. Toda la vida me tendría usted como un perro dándole a la rueda... Pero los sentimientos ahogan al hombre... El hombre vive, el hombre trabaja, el hombre tiene algunas veces un rato de expansión... Y porque beba un vaso, o dos... ¡o tres! ¿ha de olvidar la patria?.... ¿Eh? ¿Qué hay de eso?

dejaste el mundo, virgen pura, Porque al probar del mundo la amargura Lloró tu corazon, Y en su llanto se ahogó, como esas flores Que al derramar suavísimos olores Se ahogan con su propia emanacion. Dios abriendo sus manos desde el cielo Distribuye sus dones generosos: Al árbol los frutos deliciosos, Y al valle ameno la fragante flor.

Cornelio avanzaba con muchísimo tiento para no tropezar con cualquiera de aquellos infinitos obstáculos, y sobre todo para no pisar a alguna serpiente pitón, de las innumerables que hay en las selvas de Malasia y Nueva Guinea, y que tienen veinticinco y hasta treinta pies de largas, y están dotadas de tan prodigiosa fuerza, que ahogan a un buey entre sus anillos.

Pero como yo he de comer, ¡criatura triste! nos iremos a casa del Montañés y allí desembucharás todas esas penillas que te ahogan, mientras yo hago por la vida. En el colmado del Montañés, al pasar frente al cuarto más grande del establecimiento, oyeron rasgueos de guitarra, palmas y gritos de mujeres.

Son largos los días; las noches, eternas... ¡Qué largo es el tiempo, cuando nos ahogan en llanto las penas! Los celos, como áscuas, en mi alma penetran. ¡Son ascuas de fuego que todo lo arrasan, que nada respetan! Los celos traidores son ráfagas negras. ¡Son arma de majo que hiere en la sombra, donde no le vean!

22 Y el que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la Palabra; pero la congoja de este siglo y el engaño de las riquezas, ahogan la Palabra, y se hace infructuosa. 24 Otra parábola les propuso, diciendo: El Reino de los cielos es semejante al hombre que siembra buena simiente en su campo; 25 mas durmiendo los hombres, vino su enemigo, y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.

En sus expansiones, buscan por lo regular las casas de sementeras; en los pueblos se ahogan, y no se encuentran á sus anchas. A la vuelta de estas fiestas, las dalagas se adornan de flores que con gran algazara cogen, combinan y deshojan por el camino.

Palabra del Dia

rigoleto

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