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Señor replicó la señorita Laroque con una vivacidad muy extraña á su habitual lenguaje: ¡no sabe usted lo que dice! y agregó más severamente: olvida usted á quien habla. Es cierto, señorita respondí con dulzura, inclinándome he hablado sin saber, y he olvidado un poco con quien hablo; pero usted me ha dado el ejemplo.

¿Mate?... Creo que mis compañeros quieren algo más sólido... ¿qué tal, Lorenzo?... Venimos a tus órdenes. ¡Eso quiere decir que hay apetito!... ¿No te decía yo?... y agregó, alzando la voz: ¡Baldomero! ¡A la orden, don Melchor! ...aquí hay gente curiosa por ver lo que ha traído en la canasta.

Absteniéndose durante el verano de todo trabajo en que se canse la vista, para el otoño volverá usted a su oficina y a las ocupaciones ordinarias, renunciando para siempre a jugar con pelos... Los trabajos mecánicos que afectan al sistema muscular le sentarán bien, como la carpintería, por ejemplo, la tornería, labores campestres... Pero nada de menudencias». Muy mal gesto puso Bringas cuando el médico agregó a esto la indicación de tomar las aguas de Cestona.

Muy buena, muy buena contestó mi tío. ¡Pues a me parece muy mala! Y a también agregó don Juan, haciendo el gesto de asco que le era peculiar. Cosas de muchachos ambiciosos, de mozalbetes: ¡Miren ustedes, qué atrevimiento!

¿Qué sucede? preguntó mal despierto el hidalgo. Es don Pedro, don Pedro que me busca para acuchillarme. ¡Agora llega, ahí está! agregó el lacayo, señalando hacia el corredor y temblando de pies a cabeza como endemoniado. En efecto: instantes después, entró el hijo segundo, loco de ira y la boca contraída por una mueca de exterminio.

¡Perfectamente! vamos al hotel... vamos a pie... es cerca... allí, ¿ven? dijo señalando con la mano y agregó, dirigiéndose a Hipólito: Espéranos allá. Ché, Hipólito le dijo Baldomero. Y llévame de paso el «azulejo». El grupo se dirigió al hotel y a poco andar le interceptó el paso un pilluelo que con la mano tendida dijo a Melchor por todo saludo: Don Melchor... me da «una... moneditas»?

Tengo buena voluntad y aprenderé lo que no sepa, contestó Roger, á quien llenaba de gozo la perspectiva de obtener aquel puesto cerca del barón. Pues vos seréis el escudero de mi hijo, agregó la anciana. Cuidaréis de sus efectos, de sus armas, de cuanto le haga falta y pueda contribuir á su mayor comodidad, aunque nunca fué mucha la de los campamentos.

Muchísimas gracias... dijo Silas vacilando un poco . Os agradeceré mucho que me digáis lo que debo hacer. Después, mientras se inclinaba hacia adelante para mirar a la niña no sin un poco de celos , y ésta echaba la cabeza contra el brazo de Dolly y observaba de lejos a Silas con satisfacción, el tejedor agregó con aire inquieto: Pero deseo atender yo mismo a la niña.

Le comunicó la terminación de sus estudios y su nombramiento para la secretaría de un Juzgado. Sin embargo, agregó, la magistratura no me entusiasma; en ella entraré por no defender pleitos.

Le expliqué la naturaleza de esta gratificación. Me la hizo repetir. ¿Y es esta la costumbre? agregó. , señora, toda vez que se consiente en un nuevo contrato. Pero ha habido en treinta años, según creo, más de diez contratos renovados... ¿Cómo es que no hemos oído hablar jamás de semejante cosa? No sabré decírselo, señora.