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Por de pronto, a me ha desairado no aceptando mis barquillos.... Mira, te convido a lo que quieras, a dulces, a jerez... pero con una condición. Amparo enrollaba las puntas del pañuelo sin dejar de mirar de reojo a su interlocutor. No era lerda, y recelaba que se estuviesen burlando; sin embargo, le agradaba oír aquella voz y mirar aquel uniforme refulgente. ¿Aceptas la condición?

Yo estaba sin ocupación y sumida en horrible fastidio, y acepté por distracción y porque aquella muchacha me agradaba. la recuerdas, joven, alegre, risueña, viviendo en el mayor descuido y ávida solamente de placer, al que se entregaba con locura. Nunca había yo tenido por amigas sino mujeres honradas.

Si ese joven no hubiera sido tan fácil de conducir, hubieras podido sufrir alguna avería ... Mientras que otro ... Tu hijo, ¿no es verdad? , mi hijo; respondió Bobart con aire contristado. No agradaba á Herminia ... Si le hubieras dejado hacerle la corte ... ¡

Poca importancia tiene el episodio, mas como en Velázquez todo es interesante, he aquí lo que cuenta Martínez de un caso que allí le sucedió: «Estando Diego Velázquez en esta ciudad de Zaragoza, asistiendo a S. M., de gloriosa memoria, le pidió un caballero que le hiciera un retrato de una hija suya muy querida: hízolo con tanto gusto que le salió con grande excelencia; al fin como de su mano: hecha que fue la cabeza, para lo restante del cuerpo, por no cansar a la dama, lo trajo a mi casa para acabarlo, que era de medio cuerpo: llevolo después de acabado a casa del caballero; viéndolo la dama le dijo que por ningún caso había de recibir el retrato: y preguntándole su padre en qué se fundaba, respondió; que en todo, no le agradaba, pero en particular que la valona que ella llevaba, cuando la retrató era de puntas de Flandes muy finas». Razón tenía Jusepe Martínez para decir que haciendo retratos «se sujeta un hombre a oír muchas simplicidades e ignorancias

Enterados los demás jesuitas se rieron en coro y a todo trapo, porque además de las chuscadas de la forma, había en el discurso una intención satírica que les agradaba en extremo.

Dejémoslos pasar nosotros, como dejamos pasar otras cosas, y vamos a acompañar a Sancho, que entre alegre y triste venía caminando sobre el rucio a buscar a su amo, cuya compañía le agradaba más que ser gobernador de todas las ínsulas del mundo.

Un versículo del Evangelio le agradaba sobre todos; aquél que dice: «No he venido a traer al mundo la paz, sino la espada.» A la mañana siguiente se levantó temprano y no salió. Estuvo oyendo a Leocadia leer periódicos a su padre, y aunque permaneció largo rato con ellos, no pronunció palabra alguna acerca del objeto de su viaje.

Pero don Álvaro aprovechaba aquel intervalo de luz y calor, que no por efímero le agradaba menos; no era él de los que medían la felicidad por la duración; es más, no creía en la felicidad, concepto metafísico según él, creía en el placer que no se mide por el tiempo.

Y los sonidos del órgano que subían, subían, entre nubes de incienso, y parecía que me arrebataban con ellos... ¡Cuánto me agradaba todo aquello! Sólo el recordarlo me conmueve y me ocupo en hablar a usted de esto en vez de describirle mi nueva vida. Aquí todo ha cambiado, y cada variación que echo de ver es como un muro de olvido que se levanta y me separa de aquellas cosas del tranquilo pasado.

No faltó Babuco á la cita, y vió una casa que era el emporio de los placeres. En ellos reynaba Teone; con cada uno hablaba el idioma que entendia: su natural entendimiento dexaba explayarse el de los demas; agradaba casi sin querer; tan amable era como benéfica; y para dar mas lustre á todas sus dotes, era muy hermosa.