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Actualizado: 29 de mayo de 2025
El ministro podía permanecer allí de pie, si así le agradaba, hasta que la mañana tiñera de rojo el oriente, sin correr otro riesgo sino el daño que el aire frío y húmedo de la noche pudiera ocasionar á su organismo.
Empezó a dar resoplidos, cual si quisiera meter en sus pulmones más aire del que cabía, y sacudió el cuerpo como las gallinas. El picorcillo del sol le agradaba, y la contemplación de aquel cielo azul, de incomparable limpieza y diafanidad, daba alas a su alma voladora.
A Silas no le agradaba mucho fumar, y lo sorprendía a menudo la pasión de sus vecinos a este respecto; pero un humilde acatamiento a toda cosa considerada como buena, se había vuelto un fuerte hábito en la nueva personalidad que se había desarrollado en él, desde que había encontrado a Eppie junto al fuego de su hogar.
Pero más animoso que éste, después de corta vacilación, se dejó caer de golpe sobre lo que más le agradaba: sobre los ojos. Cerrólos la hermosa y sonrió de nuevo dejándose acariciar por él con suave condescendencia. Al cabo hizo un gracioso mohín de impaciencia y se retiró al interior. ¡Cielo santo, cuánto tenía que hacer! Lo primero, por supuesto, era ordeñar las vacas, como hacía todos los días.
Al farmacéutico le agradaba que su cara mitad anduviera en aquellos trotes de beneficencia, viese buenos ejemplos y se familiarizara con aquellos cuadros hondamente humanos de la miseria y de la muerte, pues sin duda serían más provechosos a su espíritu que los saraos, bullangas y diversiones.
Gustaba ella de dar limosna a cuantos pobres encontrase; pues él daría más, mucho más. Ella solía admirar los casos de abnegación; pues él se buscaría una coyuntura de ser heroico. A ella le agradaba el trabajo; pues él se mataría a trabajar.
Ya sabe usted dijo Juana , tan bien como yo misma, la historia de nuestro pobre menaje... Poco tiempo me amó usted, amigo mío... seguramente por culpa mía... yo no le agradaba... mis gustos no eran los suyos... todo lo que hacía... todo lo que a mí me gustaba, usted lo rechazaba... Me ha abandonado... buscó sus placeres, nada más natural... Conocía usted que nada podía decirle puesto que no tenía el poder de retenerle.
Las monjas estaban contentas de ellas, y aunque les agradaba ver tanta piedad, como personas expertas que eran y conocedoras de la juventud, vigilaban mucho a la pareja, cuidando de que nunca estuviese sola. Felisa y Belén, juntas todo el día, se separaban por las noches, pues sus dormitorios eran distintos.
«Tampoco le agradaba a Anita ver a su Álvaro metido en aquellos cuidados domésticos de despedir criadas; y menos encontrarle tan experto en el asunto; todo aquello, de puro prosaico y bajo, era repugnante, pero ¿qué remedio? Álvaro lo hacía por ella, por gozar tranquilamente de aquella felicidad que tantos años de martirio le había costado...».
De cuantas ocupaciones le imponía la vida devota, esta era la que más le agradaba. El verano robaba gran parte del contingente de aquellos ejércitos piadosos del Corazón de Jesús, la Corte de María, el Catecismo, las Paulinas y demás instituciones análogas; muchas señoras iban a baños o a la aldea.
Palabra del Dia
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