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Actualizado: 27 de mayo de 2025
No, no; avise usted al señorito, que es a quien deseo hablar. Se hallaba éste, en tanto, en su despacho, presa de violenta agitación. Al ver a la dama entrar en el portal por primera vez se había sobresaltado sin motivo preciso para ello. Tranquilizóse al verla salir, y otra vez se alteró cuando entró nuevamente.
Disipada en parte la niebla que pesaba sobre su espíritu, pudo fijarse y tomar interés en lo que á su alrededor pasaba. El regocijo y la bulla crecían á medida que avanzaba la tarde. Una agitación tumultuosa reinaba en las calles: de su recinto estrecho salía un clamor profundo como el de un río que se despeña.
La agitación de la rebeldía, el apasionamiento de la venganza, el egoísmo de mejorar su suerte, parecían igualarlos a todos, con una semejanza de familia.
D. Jeremías no podía estarse quieto mientras relataba tales infamias. Se sentaba, se alzaba, paseaba, manoteaba, chillando al mismo tiempo como un energúmeno. Timoteo sentía correr por sus venas un estremecimiento dulcísimo. A la agitación y cólera que reflejaba el rostro del presbítero oponía su semblante una placidez verdaderamente paradisíaca.
Todavía no, señora. Magdalena está en el período de la reflexión. Admito que reflexione sobre tal o cual pretendiente, señor cura, pero sobre el matrimonio... sobre el matrimonio... San Pablo, señora... No me hable usted de San Pablo, por amor de Dios dijo la abuela con agitación.
Bebía un sorbo de ponche, y en seguida se apresuraba, a llenar el vacío con el líquido de la botella. Así modificada la composición, resultaba mucho más adecuada al estado de agitación en que su espíritu se hallaba. Porque, bajo aquel aparente sosiego, el cerebro de don Roque desplegaba una actividad prodigiosa.
Por entonces, Wetterhexe había observado desde hacía varios días mucha agitación en los desfiladeros cercanos, de gentes que marchaban en masa, con el fusil al hombro, en dirección del Falkenstein y del Donon. Indudablemente algo extraordinario pasaba.
Roussel, paseándose de arriba abajo, en la agitación que le producían aquellos recuerdos, se había detenido delante del cuadro empezado por Mauricio antes de su partida y miraba con atención la figura que representaba á Herminia. Sí, dijo Mauricio; me ha parecido que el rubio estaba mejor en la escala de los colores: el moreno resultaba brutal.
Venga usted, amigo; venga usted al momento le dijo con agitación. ¿Pero á donde, hombre, á donde? Está la casa sola. No puedo salir. ¿Que no puede usted salir?-dijo el abate asombrado. Pues buena la hace usted si no sale al momento y viene conmigo á donde yo le lleve. ¿Pues qué hay, Carrascosa? Venga usted, y hablaremos por el camino. Hombre, la casa.... Qué casa ni qué ocho cuartos.
¡Por los cuernos de Satanás! el sello de la aduana del Cielo nos cuesta más caro que la de Cádiz exclamó el maldito filósofo. ¡Cállate, miserable! dijo el fraile. Pero, reverendo, ¡dos doblones! Si es regalado, hijo mío. Ya se los cuesta al superior. Y la discusión iba a entablarse, cuando, de lo alto del sendero, acudió corriendo un hombre presa de la mayor agitación; era el pescador Pablo.
Palabra del Dia
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