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Dende á poco se metió viento de afuera y mar, que no les dejaba pasar adelante, por venir por proa, y por no cansar la chusma dió fondo bien cerca de donde el armada turquesca estaba surta, sin que nuestras galeras ni Scipión, que era de guardia, las descubriesen hasta que era ya el día.

Y el primero que llegó, que era un alcalde viejo, aunque él le dio a besar la cruz bien delicadamente, se abrasó los rostros y se quitó presto afuera. Lo cual visto por mi amo, le dijo: "¡Paso, quedo, señor alcalde! ¡Milagro!" Y ansí hicieron otros siete o ocho, y a todos les decía: "¡Paso, señores! ¡Milagro!"

Para que nada faltase, la individua debía de ser una desuellabolsas y sacadineros, porque la epístola concluía de este modo: Quintín mío, esta es para decirte que no se te olbide benir a buscarme pronto una noche, para yevarme a desempeñar el mantón, que me lo as ofrecido, y a ber si me traes o me compras, para trabajar afuera este berano, media dozena de pares de medias muy vistosos, mono mío.

Cuestión seria; una de las lanchas que nos precedían y que, como la nuestra, espiaba el instante propicio para echarse afuera, no quiso oír los gritos del muelle ¡viene agua!, e intentando salir, fue tomada por una ola que la arrojó con violencia contra los pilotes.

Encerrado allí de nuevo y en su cáscara erizada, en el pequeño nido que casi siempre encuentra empezado, concéntrase en mismo, en su regocijo solitario de seguridad benéfica. Que ronden mil enemigos por afuera, que las olas truenen ó mujan, todo esto le sirve de recreo.

Zarandilla entró en la sala apresuradamente, como si quisiera hablar al aperador, pero se detuvo. Afuera, junto a la puerta, sonaba la voz del señorito con tono irritado. ¡Estando él allí no había más aperador, ni más gobierno del cortijo, que su persona!... ¡A obedecer, cegato!... Y el viejo volvió a salir con tanto apresuramiento como había entrado, sin decir una palabra al aperador.

Otra estátua de marmol también en su nicho de tres cuartas de alto de un pastor que lleva á los hombros un carnero y á los pies tiene un perrito. Cinco bustos ó estátuas también en sus nichos en la parte superior de esta galería, todas de la propia piedra. Dos estátuas pequeñas de medio cuerpo de la parte de afuera de dicha galería sobre los arcos mirando al jardin.

Al oír el estrépito de afuera, suspendió hasta las lágrimas y se lanzó a uno de los cuarterones abiertos, y allí se estuvo mirando, con la avidez de un sediento, aquella mar de lluvia cernida, revuelta y zarandeada en el espacio por la furia del vendaval.

Por galantería, el soldado del fusil administró a Amparo un blando culatazo, diciéndole «Ea... afuera...». La Tribuna se volvió, mirole con regia dignidad ofendida, y sacando el pito, silbó al soldado. Después cruzó la puerta que se le cerró en las mismas espaldas con gran estrépito de gonces y cerrojos.

Y parecía dispuesto a matarla, teniendo que hacer grandes esfuerzos los gañanes para llevárselo afuera. ¿Quién hacía caso de mujeres?... Había que dejar a la vieja, que estaba loca por el dolor. Y, cuando vencido por las reflexiones de Salvatierra y los empellones de tantos brazos, traspuso la puerta de la gañanía, aún oyó la voz agria de la bruja, que parecía perseguirle.