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Actualizado: 11 de noviembre de 2025
Las simples estrellas marinas, en sus cinco rayos tenían cierto sustentáculo, algo como una armazón de piezas articuladas, algunas espinas por afuera, chupaderas que adelantan y retroceden á voluntad. Un animal asaz modesto, aunque tímido y serio, hase aprovechado, al parecer de tan grosero bosquejo.
La forma ó construccion que tiene la ciudad no he podido indagarlo, porque dicen los indios, que nunca les permiten entrar, pero que las mas de las casas son de pared y teja, las que se ven de afuera por su magnitud y grandeza. Ignoro igualmente el comercio interior, y si usan de moneda ó no; pero para el menage y adorno de sus casas, acostumbran plata labrada en abundancia.
Por un lado parecen la matriz profunda de un mundo de seres vivientes, su suave y apacible cuna; por otra constituyen el centro y vehículo de las tempestades: los vientos, las trombas viajan á la superficie. Tanta dulzura, tanto furor, ¿acaso no es un contrasentido? No: esto prueba únicamente que el furor sólo turba la parte de afuera, las capas externas, poco profundas.
Había, pues, tela abundante en qué cortar, y el buen humor, la salud y los recursos daban para todo: para el campo y para la mar; para lo de puertas afuera y para lo de puertas adentro; para la vida activa a la intemperie, y para la del arte y la de familia a la sombra de los viejos paredones de Peleches...
Era la suya una inteligencia perspicaz, minuciosa, penetrante; pero le faltaba grandeza e iniciativa en los negocios, aunque otra cosa pensasen los que le veían acometer empresas de excepcional importancia. El pensamiento primordial, la que pudiéramos llamar idea madre de un negocio, casi nunca nacía en su cerebro; le venía de afuera.
En un momento dado, como ella se inclinase demasiado hacia afuera, el guarda general se atrevió a asirla por la cintura como temiendo que se pudiese caer.
Las horas del día pasaron. Ella dormía, dormía sin pensar en despertarse. De vez en cuando oía afuera el paso ligero de las criadas; aparte de eso, todo estaba silencioso y desierto en derredor nuestro. De Roberto, ni trazas. A mediodía no pude dejar de preguntar por su paradero. Le habían visto por la mañana salir a los campos, seguido por sus perros.
Los vértigos, la sensacion de calor incómodo á la menor aplicacion del espíritu, la de presion de dentro afuera y varias otras sensaciones estupefacientes y de vacío en la cabeza, son síntomas mas constantes para esta parte, que las dislaceraciones, los rasgos dolorosos, las sacudidas nerviosas, las punzadas, los golpes como de retraimiento, las sensaciones de frio y de ardor quemantes que se manifiestan en las diversas partes del sistema muscular y hasta en el dedo gordo del pié, sin escluir la cabeza.
A la pregunta que leyó en mi mirada inquieta, no respondió sino con un vago encogimiento de hombros. No sé dónde, dos o tres habitaciones más lejos, oí la voz de Roberto que discutía con el anciano. Era una prueba de que él tampoco se alejaba de la cama de la enferma. «¿Pero por qué se contenta con quedarse afuera? me preguntaba. Casi se diría que le está prohibida la entrada.»
Entonces Diana se aproximó a ella, pasó un brazo alrededor de su cintura, y miró, a su vez, hacia afuera. ¿De qué lado debe venir el hermoso Martholl? ¡Pero si es probable que no venga! murmuró María Teresa, descontenta de haberse traicionado ella misma, por su impaciencia de ver a Huberto.
Palabra del Dia
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