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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Su genio socarrón y maligno se había trocado en adusto y violento. Sin embargo, en los negocios no dió señales de faltarle la cordura. La rueda de la avaricia no se había gastado aún en su organismo. Verdad que la mayor parte de ellos marchaban por sí mismos. Además tenía consigo a Llera, cuyas dotes de especulador astuto y audaz habían llegado al apogeo.
¡Qué cosa tan extraña es la conciencia! Juana, la mujer loca que, con dura y tenaz impenitencia, vivió de la impureza en los horrores, sus inmundos errores como descargo de su culpa invoca... ¡Y al mismo tiempo, el justo que consagró á su Dios el pensamiento, con alma temerosa y juicio adusto hace de la virtud remordimiento!
Se extasían, abren la boca, riñen a los muchachos, alejan con ceño adusto al marchand de coco, al de pain d'épices, que pasa su mercancía por las narices infantiles tentándolas desesperadamente. Un movimiento se hace al frente; un cordón de obreros, blusa azul, casquette sobre la oreja, se ha formado de lado a lado de la Avenida. Avanzan en columna cerrada cantando en coro la Marsellesa.
Instantáneamente se deshizo el juego de bolos. Todos examinan con admiración el grande reloj de plata y su cadena, echando cálculos fantásticos acerca de su valor. Regalado dió orden á Linón de Mardana para que trajera de casa la barra de hierro. No tardó mucho el adusto servidor en presentarse con ella. La gente se separa, dejando espacio libre á los tiradores.
Parece que el mar hubiera sido atraído a aquella ensenada por un canto irresistible y que, al besar el pie de esas montañas cubiertas de bosques, al reflejar en sus aguas los árboles del trópico y los elegantes contornos de los cerros, cuyas almas dibujan sobre un cielo profundo y puro, líneas de una delicadeza exquisita, el mismo océano hubiera sonreído desarmado, perdiendo su ceño adusto, para caer adormecido en el seno de la armonía que lo rodeaba.
Es la inevitable y primera sensación que causa Londres; la inmensidad, el ruido, el tumulto, producen los efectos del desierto; uno se siente solo, abandonado, en aquel momento adusto y de un aspecto severo... ¡Charing-Cross!
La artemisa con las tradicionales virtudes de sus jugos; la yerba buena con las delicadas emanaciones de sus ásperas hojas; el adusto romero con su salvaje independencia, adornan las faldas del coloso, esparciendo á su alrededor finísima fragancia. Cuando el ábrego hiere las copas de las casuarinas produce en sus delicadas ramas una armonía extraña y conmovedora.
Los arrieros moriscos dormían al borde de la carretera, junto a sus botijos, echados panza arriba, como asesinados. La ciudad de las herrumbradas murallas y poderosos torreones parecía hartarse de sol. Reinaba en torno un sosiego resplandeciente y adusto.
Considere un momento, señor Muñoz, que Adriana sólo se casaría con usted por la compasión que yo le inspiro y es capaz, para llegar a este fin, de haberle fingido que lo quiere. Laura hablaba exaltada hasta la pureza de una sinceridad diáfana, mientras Muñoz, adusto, con los ojos bajos, apretándose las manos, parecía aguardar, impaciente, que ella concluyera. ¡Y no se conmueve! continuó Laura.
Yo creo que la virtud y la piedad no exigen por precisión ese retraimiento, ese silencio y rostro severo y adusto que suele verse en muchas religiosas, en casi todas. Imagino que la alegría debe ser la compañera de la virtud; lo mismo opinaba Santa Teresa, como usted debe de saber.
Palabra del Dia
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