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Actualizado: 16 de junio de 2025


El sabio fisiólogo, en presencia de varios amigos y del mismo Mario, expresó sus opiniones acerca de las bellas artes, basadas todas, como es lógico, sobre los últimos adelantos de las ciencias naturales. No admitía más arte que el fundado en la experimentación. Todo lo que se había hecho hasta entonces le parecía enteramente pueril.

Al sonar las campanadas de las doce, Labarta, que no admitía informalidades en asuntos de mesa, se impacientaba, cortando el relato de sus viajes y triunfos. ¡Doña Pepa! Aquí tenemos al convidado. Doña Pepa era el ama de llaves, la compañera del grande hombre, que llevaba quince años atada al carro de su gloria.

Los sublevados proclamaron general y príncipe del Perú a Fernando de Guzmán, y mariscal de campo a Lope de Aguirre. Como Guzmán reconviniera a Lope por su inútil crueldad, el feroz vasco, que no admitía reconvenciones, se vengó de él, asesinándolo y cometiendo después una serie de atropellos y de crímenes.

Leonora, siempre sonriente, parecía impacientarse. Bien sabían en la casa que ella no admitía réplicas. Vamos, Rafael, no sea usted tonto. Habrá que tratarle como a un niño. Y cogiéndole por una manga, como si se tratara de un chiquitín, comenzó a tirarle de la chaqueta. El joven, en su turbación, no sabía lo que le pasaba.

Presidente electo, que en el dia anterior habia hecho formal renuncia del cargo de Vocal de la primera Junta establecida, y que solo por contribuir á la tranquilidad pública y á la salud del pueblo, admitia el que le conferian de nuevo; pidiendo se sentase en la acta esta su exposicion.

Mi tío Ramón había tenido que inscribirse en uno de los centros electorales en que la opinión estaba dividida, y aunque con su carácter muy indiferente por la cosa pública, el buen ciudadano figuraba pomposamente en la comisión directiva, debido sin duda a la iniciativa de su mujer, que no admitía excusas, y a sus medios pecuniarios, y no a su entusiasmo por la lucha o a sus aspiraciones políticas.

Esto enseñaban a Lázaro, y así lo admitía él. , se decía; Dios y el hombre.... El cielo y la tierra.... El bien y el mal.... Entre ambos la religión, el sacerdote, el soldado de las grandes peleas, el profeta que anuncia la aurora del porvenir, el eterno apóstol que, repitiendo la frase de San Pablo, dice a todos los pueblos de la tierra: «Hermanos, sois llamados a la libertad

Gustábanle los caballos y las escopetas con entusiasmo juvenil, como a cualquier señorito del Círculo Caballista. En punto a domar un potro o a meter la bala donde ponía el ojo, no admitía rival. Además, era todo un hombre; tan hombre como el que más: le gustaban los valientes para ponerlos a prueba; ansiaba aventuras para que se supiese quién era el hijo de Paco el de Algar.

Cállate la boca... No te pido explicaciones, ni las necesito, ni las creo; ya sabes que no creo nada de lo que me dices, embustera, enredadora». Conocedora del carácter de la señora, Benina sabía que el peor sistema contra sus arrebatos de furor era contradecirla, darle explicaciones, sincerarse y defenderse. Doña Paca no admitía razonamientos, por juiciosos que fuesen.

¿Pero qué te ha ocurrido? volvió a preguntarle su mujer. Nada, hija mía, que hoy se me ha caído la venda de los ojos. El amiguito García, ese desdichado a quien sólo por compasión admitía en mi casa, me estaba arrancando esta tarde la piel de lo lindo con mi otro amigo Estévanez.

Palabra del Dia

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