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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Adiós, nuestro buen padre contestaron los jóvenes. ¡Amaury exclamó Antoñita, en tanto que José cerraba la portezuela, acuérdese de los martes, jueves y sábados! Y dirigiéndose al cochero, le dijo: Calle de Angulema. Calle de Maturinos dijo Amaury al suyo. Y yo murmuró el doctor, después de haberlos visto alejarse, y yo al sepulcro de mi hija.
Además, tengo mis contratos con el dueño de la mina... Vaya, adiós: le dejo para que se burle de mí á sus anchas. Iba ya á arrear la burra, cuando se detuvo para hacer una pregunta. ¿Dicen que han matado al Maestrico?... Vaya un caso. Era un buen muchacho, serio y ahorrador. Este es el mundo... ¡A la tarde entierro! ¡Arre burra!
Se acuerda mucho de aquella tarde en el hotel de Roma al recibir tu carta, y me creería una mujer sin dignidad al verme contigo. Le invitaba a bajar con un gesto imperioso. Cuando partió el carruaje, los dos quedaron un momento en la acera, contemplándose por última vez. Adiós, Rafael. Cuídate, no envejezcas tan aprisa.
Adios, vuelvo á decirte, adios ángel divino, A quien pusiera el cielo delante mi camino Para calmar mis horas de doloroso afan; Desde el momento mismo que pude contemplarte, Mi corazon ardiente tan solo supo amarte, Como en la vida se ama, solo una vez no mas.
Quedaron largo rato Aresti y Sánchez Morueta, con la cabeza baja, como anonadados por el incidente. El doctor fué el primero en romper el silencio. Pepe, adiós dijo con voz triste, abandonando su asiento, y tendiendo una mano á su primo. Yo no te pregunto como tu mujer «¿y tú consientes eso?» Al fin es tu esposa y con ella has de vivir. ¡No te vayas así! exclamó el millonario con ansiedad.
Comenzó a dar vueltas al manubrio del organillo y la gangosa melodía sonó otra vez. Maltrana dijo adiós a su tío; pero éste, antes de que se alejasen, tuvo un arranque de generosidad. Tomad lo que queráis. Ya que sois recién casados, os debo un regalo.
Al verle entrar la marquesa, tendióle la mano con grande afecto, diciendo cariñosamente: ¡Adiós, Jacobo!... ¿Cómo te va?... Pero, ¡Dios mío! ¡Si por ti no pasa el tiempo!... Te encuentro lo mismo, lo mismo que cuando nos vimos hace cinco años en Bruselas. ¿Te acuerdas?
Adiós, pichón, y es tullo el corazón de esta que te quiere y verte desea y no te olbida. Mariquita. La cólera de Jehová cuando supo los retozos de Adán y Eva, fue cosa de risa comparada con el furor de la estanquera. No bastaron a torcer la resolución que adoptó ni el temor a que se malease la sobrina ni siquiera los cuatro duros diarios que llevaba de sueldo.
Con una nuera así, el viejo squire realizaría economías, aun cuando no aportara un penique de dote; porque era de temer que, a pesar de sus rentas, el squire Cass tuviera más agujeros en el bolsillo que aquel por donde metía la mano. Pero si el señor Godfrey no cambiaba de conducta, podía decirle «adiós» a la señorita Nancy Lammeter.
No me siga... Nos veremos... Yo le buscaré... ¡Adiós!... ¡adiós! Y aunque Ferragut sentía la tentación de seguirla, permaneció inmóvil, viéndola alejarse con paso rápido, como si huyese de las palabras que había dejado caer ante el pequeño templo del poeta.
Palabra del Dia
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