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Mis negocios y mi casa decía cuando le acusaban de huraño y retraído aquí estoy a mis anchas, con mi familia, con los míos. ¿Los amigos? ¡Vengan, vengan, que serán bien recibidos! Conoció desde luego el carácter de los villaverdinos, y quiso evitarse el andar en lenguas.

¡Ay! no diga usted tales cosas exclamó ella, juntando las manos. Perdóneme usted, señora: no lo que me digo. A pesar de todo, usted me consuela, y hallo en su presencia no que grata expansión. No podré nunca olvidar que sólo usted se atrevió á defenderme cuando todos me acusaban. Al decir esto, Lázaro no pudo menos de advertir que la santa dejó caer pesadamente los brazos, y miró al cielo.

Los hermosos ojos se quedaron mirando el vacío, con aquel su modo de juntar la negrura de las pupilas con la negrura de las pestañas. En su cara se habían afilado las líneas de la nariz, las sienes acusaban finamente el rasgo de las venas azules. Parecía una cara tallada en marfil. Abajo el pesado péndulo del reloj llenaba la amplitud del vestíbulo con un ruidito inquieto, triste.

Es una injuria que hago a la Providencia no declarándome completamente satisfecha. Así, pues, se daba cuenta del vacío y futilidad de la existencia a que Huberto la llevaba, y amargas previsiones la acusaban cuando desaparecía la excitación pasajera de sus mejores distracciones. Decidiose, al fin, a confiar sus temores a su novio.

Como Villafría era pueblo muy liberal y avanzado en ideas, acusaban muchos al P. Enrique de hipócrita, de carlistón y de neo, y en cambio, los verdaderos neos y carlistones, que tampoco allí faltaban, miraban con desdén al Padre, porque de nada les valía ni con ellos se espontaneaba, o más bien, no tenía de qué ni sobre qué espontanearse.

Sus accionistas le acusaban de estafa, y el juez se proponía registrar al día siguienta su contabilidad, lo que hacía esperar á muchos una prisión inmediata del banquero. El colonizador leyó por dos veces el final del artículo: «La muerte de esta hombre deja visible el engaño en que vivían los que le confiaron su dinero. Sus empresas mineras é industriales en Asia y en África son casi ilusorias.

24 Y que aparejasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen a salvo a Félix, el gobernador. 25 Escribió una carta en estos términos: 26 Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. 28 Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos;

Las líneas suaves de su rostro ovalado, la pureza de su perfil acusaban alma sencilla y bondadosa; pero en el mirar fijo de sus ojos profundos había señales evidentes de un carácter pertinaz. No eran duros aquellos ojos, pero les faltaba poco. Un caballero subió rápidamente las escaleras y entró en la tienda.

Si en la estimación que por él sentía había una baja considerable, las formas externas del respeto acusaban cierto refinamiento y estudio.

Los más indulgentes le acreditaban sus tentativas de salvar a la asesino; pero los más severos, por el contrario, le acusaban aún de eso: al correr el riesgo de ser condenado con ella intentando salvarla,¿ no confirmaba él mismo, de la manera más evidente, que ambos eran pasibles de idéntica pena?