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Actualizado: 13 de mayo de 2025


13 Pilato entonces le dice: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? 14 Y no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho. 15 Y en el día de la fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, cual quisiesen. 16 Y tenían entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás.

Fernando se permitía algunas agudezas de vez en cuando, porque era hombre, como todos saben, que poseía en grado eminente la propensión á la burla, que ha sido siempre constantemente adorno del carácter borbónico. Coletilla, que no acostumbraba á reírse, reía también, por considerar desacato no reproducir en su fisonomía complaciente y esclava todas las alteraciones de la regia faz de su amo.

Le seguía el humor respondiendo con gruñidos y con tal cual frase escabrosa que hacía reir a Calderón, aunque no tenía muchas ganas de hacerlo viéndole echar sin miramiento alguno tremendos escupitajos en la alfombra. Porque el duque con el picor del tabaco salivaba bastante y no acostumbraba a reparar dónde lo hacía, a no ser en su casa donde cuidaba de ponerse al lado de la escupidera.

De todas maneras, es lo cierto que desde entonces la vida del poeta pareció declinar hacia su ocaso. El 6 de agosto, después de comer con Montalván y con uno de sus íntimos amigos, expresó Lope su deseo de morir pronto. En breve, á la verdad, había de realizarse. El viernes, 18 de este mismo mes, se levantó temprano como acostumbraba, celebró la misa y regó su jardín.

Ya no seguí, pues, la calle de las Infantas como acostumbraba después de almorzar, ni aun para ir a la de Valverde, donde vivían unos amigos. Por la noche, después de comer, como no había peligro de ver a Teresa, la cruzaba velozmente y sin echar una mirada a la casa.

Apuró a Sabel reclamando la cena, pues traía un hambre feroz. Sabel la sirvió en persona, por hallarse aquel día muy ocupada Filomena, la doncella, que acostumbraba atender al comedor.

Y con su recuerdo histórico muy empuñado fue a ofrecer el brazo a la embajadora de Alemania, para pasar al saloncito azul, donde se acostumbraba a servir el café en aquellos días de gala... Allí acabaron los triunfos: el salón estaba vacío, y por sus puertas abiertas veíase a la izquierda el otro salón amarillo, y a la derecha, el gran salón de baile, que sólo se abría e iluminaba los viernes, ambos desiertos.

Pero el cabildo perdonó los mrs. y mandó volver la prenda, como acostumbraba, por la pobreza del monasterio. Murió á 21 de mayo el obispo D. Juan Daza, y fué enterrado en el coro viejo al lado de D. Iñigo Manrique.

Eran raros porque se acostumbraba á matarlos. Teníase por pecado dejarles la vida, «pues estaban clasificados entre los monstruos». Así se expresan las antiguas narraciones. Todo cuanto se alejaba de las formas conocidas de la animalidad, y cuanto por el contrario se aproximaba á las del hombre, era reputado monstruo y se le daba pasaporte para el otro mundo.

El capellán bajó la escalera de caracol con ánimo de decir su misa, que a causa del mal estado de la capilla señorial acostumbraba celebrar en la parroquia.

Palabra del Dia

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