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Actualizado: 13 de junio de 2025
Jaime se recluía en su aislamiento, y ellos se acordaban menos del señor. Hacía tiempo que Margalida no se presentaba en la torre. Era otra: diríase que había despertado a una nueva existencia. La sonrisa inocente y confiada de su pubertad habíase trocado en un gesto de reserva, como mujer que conoce los peligros del camino y marcha con paso tardo y prudente.
El concepto que del padre tenían en Villafría no se prestaba tampoco a que sobre el punto de que hablamos se levantasen caramillos. Los más, como no le hallaban divertido y como casi no le entendían, le tenían poco menos que olvidado, aunque si alguna vez se acordaban de él era para considerarle como un santo, fastidioso, valetudinario y nada ameno.
El bastonero , que era dueño de casa, se situó en un punto cómodo para abarcar el conjunto y hacer la designación de parejas con la mayor estrictez, y mientras se acordaban las guitarras, empezó a estudiar la concurrencia para con conocimiento de causa poder hacer combinaciones que pudiesen satisfacer las aspiraciones de todos: enamorados-bailantes y bailantes solamente.
En un tonelillo depositaban las sobras de ciertas casas, cuyos amos eran limpios y se acordaban de los pobres, cuidando de guardar aparte los restos de la cocina.
Tampoco se acordaban de los difuntos; pero lo disimulaban; los trajes eran obscuros, las conversaciones menos estrepitosas que de costumbre, el gesto algo más compuesto.... Se paseaba en el Espolón como se está en una visita de duelo en los momentos en que no está delante ningún pariente cercano del difunto. Reinaba una especie de discreta alegría contenida.
Ni siquiera se acordaban de cubrirle las piernas con una manta; así que, al ir a moverle de la butaca, solían encontrarle frío, como entumecido.
19 Hemos sido como aquellos de quienes nunca te enseñoreaste, sobre los cuales nunca fue llamado tu nombre. 5 Saliste al encuentro al que con alegría obró justicia. En tus caminos se acordaban de ti. 8 Ahora pues, SE
Miles de duros apostarían ellos contra las pesetas que pudieran ofrecer aquellos rurales de Guipúzcoa, que vivían del miserable cultivo de la tierra. Y en sus reuniones nocturnas acordaban los detalles de la apuesta, con arreglo á lo convenido por cartas y hasta por mensajeros, con los lejanos enemigos. El próximo domingo sería la lucha en la plaza mayor de Azpeitia.
Habían llegado cada uno a Madrid por distinta vía y puerta; Zarapicos, por el Norte; Gonzalete, por el Sur. Tenían padres; pero ya no se acordaban de ellos. Vinieron pidiendo limosna. Después habían visto que Madrid es un campo inmenso para la actividad humana, y a la limosna habían unido otras industrias.
Aún se acordaban muchos de su fortuna asombrosa como banquero en el Sporting-Club. Era una noche histórica. Además, sabía por Valeria que la duquesa le había hecho un buen regalo. ¡Incomparable duquesa! dijo con entusiasmo el pianista . Siempre gran señora. La pobre, en medio de su desesperación, se acordó de mí. «Tome usted, Spadoni, y que tenga mucha suerte.» Me regaló veinte mil francos.
Palabra del Dia
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