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»Volvime al lado de mi abuelo, entre asustada y risueña; y tras largo, interminable rato de esperar a pie firme, por no ajar la tersura de mis faldas, llegó mi madre con el aspecto y el andar de una matrona romana, ocultando la cruz de sus achaques y los estragos de la edad con el engaño de un cielo de fulgurante pedrería sobre otro caudal de sedas y artificios.

Despejó el señor Anselmo la estancia, y, con más premura de lo que pudiera esperarse de sus años y achaques, aderezóse don Mateo para salir. Su esposa y su hija estaban, como de costumbre, en la iglesia. Pidió el desayuno. No puedo dárselo, señor. La señora, se ha llevado las llaves, y no hay chocolate fuera. ¡Siempre lo mismo! murmuró el anciano, no tan enojado como debiera.

Guerras honrosas, señor, eran las de antaño, cuando se ganaban reinos a punta de espada, repuso el espadero; pero no éstas en que todo se logra o se pierde por achaques de doblones. ¿Cree acaso vuesa merced que los tercios van agora a la guerra por la gloria o por hacer triunfar nuestra santa religión? Hoy día, como hago yo decir al soldado de un entremés, que ha poco compuse...

A ruegos de Losada, nos enseñó todas las curiosidades artísticas que embellecen su mansión, así como el preciosísimo oratorio en que dice Misa los días que sus achaques ó la inclemencia del tiempo le impiden salir. ¡Qué silencio, qué paz, qué beatitud en aquella morada! Y ¡qué deliciosas vistas las de las habitaciones que ocupa el Dignidad!

Ya se ve: y como usted entiende de achaques de contestaciones, y de cómo se lleva por aquí eso de polémica literaria, vengo a que me endilgue usted, sobre poco más o menos, cuatro consejos oportunos, de modo que la materia en cuestión se dilucide, se entere el público de quién tiene razón, y quede yo encima, que es el objeto. ¿Y de qué habla el artículo?

Verificábase en Lucía la encantadora transición de niña a mujer; sus movimientos, más lentos y reposados, tenían mayor gracia; al paso que en él, la madurez se trocaba en vejez, más bien que por los años, por la ruina de la organización. Mostrábase Lucía con él tanto más afectuosa, cuanto más le veía roído por los achaques, y cuanto más notaba en su rostro las huellas del padecimiento cruel.

Don Mateo, anciano decrépito, no sólo estropeado por los años, sino por multitud de achaques adquiridos con una vida harto disipada, era la alegría de la villa de Sarrió. Ninguna fiesta, ningún regocijo público o privado se efectuaba en el pueblo sin su intervención. Era presidente del Liceo, sociedad de baile, desde hacía muchos años, y nadie pensaba en substituirlo por otro.

Al centro de la Villa no venía nunca, y para las relaciones y amistades que en las partes más animadas de Madrid tenía, aquella existencia paralítica y con tantos achaques, aquella vida circunscrita al barrio extremo, eran como una muerte anticipada, pues del verdadero Feijoo, tal como le conocimos, no quedaba ya más que una sombra.

Habièndome hecho presente Pedro Guillermo Rodriguez, que por sus achaques y cortedad de vista no podia continuar el servicio de carpintero en la partida de mi mando, le he concedido su retiro, cuya plaza convendr

No se mudó el Casino y siguió remendando como pudo sus goteras y demás achaques de abolengo. Tres generaciones habían bostezado en aquellas salas estrechas y obscuras, y esta solemnidad del aburrimiento heredado no debía trocarse por los azares de un porvenir dudoso en la parte nueva del pueblo, en la Colonia. Además, decían los viejos, si el Casino deja de residir en la Encimada, adiós Casino.