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Actualizado: 19 de junio de 2025
El caso había sido muy sencillo: un madrileño que nos conocía de vista, pero que no nos trataba, nos vió llegar á la Estación; el madrileño se lo dijo á un compañero suyo de oficina, que era amigo mío; el amigo mío, que sabía mi intimidad con Losada, fué á casa de éste en nuestra busca; Losada envió en seguida recado al Chantre y á Villar y Macías, y organizóse en el acto una batida general por todas las fondas y casas de pupilos, comenzando por el Hôtel del Comercio.
Como no le atajaban, Lario prosiguió: He aquí esta calle absurda y odiosa. ¿Por qué se le ha de denominar calle? Cada casa es el producto impulsivo del arbitrio de cada habitante. No hay dos iguales. No se echa de ver norma ni simetría. Todo son líneas quebradas, colorines desvaídos y roña, que tú quizá llames pátina. Está, además, en una pendiente de 45°, losada de musgosas lápidas de granito.
En seguida resignó el mando, por decirlo así, y se agregó á nuestra correría artístico-poética, cuya dirección en jefe llevaba Losada. Estuvimos, pues, juntos toda la tarde, y juntos anduvimos más de dos leguas por templos, calles y plazas..... y hasta por el campo, á pesar del mucho frío que había vuelto.
El mismo Losada nos invitó entonces á llegarnos á su casa, que no estaba lejos, y nos enseñó un traje completo de charra, cuidadosamente guardado en antiquísimo cofre, y causáronnos asombro el lujo y el gusto, verdaderamente regios, de aquellas vestiduras.
A ruegos de Losada, nos enseñó todas las curiosidades artísticas que embellecen su mansión, así como el preciosísimo oratorio en que dice Misa los días que sus achaques ó la inclemencia del tiempo le impiden salir. ¡Qué silencio, qué paz, qué beatitud en aquella morada! Y ¡qué deliciosas vistas las de las habitaciones que ocupa el Dignidad!
La reforma luterana que apareció en Sevilla á mediados del siglo XVI propagóse en la ciudad de un modo rapidísimo, y tuvo infinitos adictos, personajes, en su mayoría, de posición y de talento, como lo fueron Rodrigo de Valer, el doctor Egidio, el doctor Constantino Ponce de la Fuente, el prior de San Isidro del Campo, García Arias, el padre Arellano, Ponce de León, el médico Losada, fray Casidoro de Reina, Fernando de San Juan y otros cientos, cuya enumeración sería enojosa.
Mateu, dulce, tímido, con su perilla rubia, que parece una perilla de teatro, padeció a Losada, el músico orangután, la bestia lírica que tenía un gran talento , y a Granados, la bestia jurídica, que tras de un discurso leguleyo con considerandos y resultandos, acababa por pedir cero cincuenta. La gente, por no oír su oración forense, más aburrida que un artículo de fondo, le daba el dinero.
Palabra del Dia
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