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Actualizado: 12 de junio de 2025
Lo presenté a cinco o seis jóvenes extremadamente ricas, se las traje en una bandeja, de modo que no tenía más que extender la mano. ¿Pero qué hizo? Supongo que todavía te acuerdas del ataque que tuve cuando, hace cuatro años, nos trajo a Marta, ¡a esa pobre y enfermiza criatura! Todos mis achaques vienen de allí. ¡Pero, Enriqueta!
Había publicado el guerrillero una proclama extravagantísima, en cuya cabeza se veía un grabado representando a Pepe Botellas cayéndose de borracho y con un jarro de vino en la mano, y el estilo del tal documento correspondía a lo innoble y ridículo de la estampa. Sin embargo, por esto mismo le elogiaron mucho y le dieron un mando. ¡Achaques de España! Estos majaderos suelen hacer fortuna.
A esta especie de sofisma puede tambien reducirse el comun modo con que el vulgo señala las causas de algunos efectos; es á saber: Esto ha venido despues destotro, pues esto es la causa de aquello. En los juicios que se hacen sobre las curaciones de grandes achaques, se cometen infinitos sofismas, atribuyéndolas á causas que no han tenido conexîon, ni dependencia ninguna con el efecto.
CUESTA. Amigo Pantoja, Dios le guarde. ¿Vamos bien? Viviendo, amigo, que es como decir: esperando. CUESTA. Esperando mejor vida... PANTOJA. Padeciendo en ésta todo lo que el Señor disponga para hacernos dignos de la otra. CUESTA. ¿Y de salud? PANTOJA. Mal y bien. Mal, porque me afligen desazones y achaques; bien, porque me agrada el dolor, y el sufrimiento me regocija. CUESTA. Ascético estáis.
De todo lo cual resulta, lector, aun sin mi decidida afición á reparar en achaques de costumbres, más de lo suficiente para que comprendas cómo, sin poner trabajo alguno de mi parte, y sin que en mi obsequio se le tomara nadie, pude adquirir los datos que apunté en las primeras páginas de este bosquejo.
Al cabo, el poeta, ya recobrado de sus achaques, llega á París para dirigir por sí mismo los ensayos y decorado de su obra; y cuando parece que las dificultades que se oponían al estreno están vencidas... muere Coquelin.
El simpático viejo parecía contento; pero los achaques le pesaban cada día más, y ya en Abril no salía a la calle sino acompañado de un criado. En una de sus visitas habló a solas con su amiga, en términos tan paternales que a ella le faltó poco para llorar. Todo iba bien, perfectamente bien, y ya se habría convencido la chulita del valor de sus lecciones y consejos.
Y el desventurado padre, así que hubo pronunciado las palabras que quería grabar en la memoria de Amaury, se retiró tan lenta, y gravemente como había entrado. Nada importa morir cuando gravitan sobre nosotros el peso del tiempo y los achaques, cuando se está ya aniquilado a fuerza de vivir.
Achaques son del tiempo; hoy todo el mundo sentencia, hasta el bufón del rey; ¡y qué sentencias dice á veces el bueno del tío Manolillo! Los cuernos del venado ó gamo, cuando están cubiertos de pelo, tienen las puntas muy tiernas.
SANCHO. ¡Bueno es venir a buscar Lo que en las mejillas tienes! ¿Son achaques o desdenes? ¡Albricias, ya los hallé! ELVIRA. ¿Dónde? SANCHO. En tu boca, a la he, Y con estremos de plata. ELVIRA. Desvíate. SANCHO. ¡Siempre ingrata A la lealtad de mi fe! ELVIRA. Sancho, estás muy atrevido. Dime tú: ¿qué más hicieras Si por ventura estuvieras En vísperas de marido? SANCHO. Eso, ¿cúya culpa ha sido?
Palabra del Dia
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