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Actualizado: 7 de mayo de 2025
»Creí sorprender una sonrisa extraña en los resecos labios de mi pretendiente; el cual, y mientras se tiraba de la patilla derecha con mayor suavidad de la que podía esperarse de su naturaleza espasmódica, me dijo: » Y en virtud de esa condición tan... tan adsooluuta y exxteeensa, ¿no me sería permitido añadirla, antes de aceptarla, siquiera una salvedad..., pedir ciertas garaaantías?...
Solamente se había disputado una vez con ciertos compatriotas, procedentes de Barcelona, que pretendían imponerle la bandera catalana. Yo la admito dijo con solemnidad diplomática . Lo único que discuto es sus dimensiones. Y acabó por aceptarla en su «museo banderístico», como él decía, pero exigiendo que su tamaño no pasase de la cuarta parte de la bandera española.
No, él no quería rebajar la dignidad de su dueño, él no quería manchar el amor que se tenían; por eso buscaba un sitio que mereciera albergarlo algunos momentos: la misma casa de la generala. Esta recibió la proposición sin enfado; pero no quiso aceptarla. Era inadmisible por el riesgo que se corría; se enterarían los criados, o el portero, o los vecinos...
Era el monarca el que costeaba la obra y habia que aceptarla tal como se le daba; pero siempre que el clero podia obrar con independencia, imponia como cánon para las construcciones sagradas la severa y magestuosa forma ojival, verdadero emblema de sus pasados triunfos.
Nosotros somos los herederos de esa obra suya, como de otras obras que se han unido a la de él en una tarea común; y una herencia como esta, no es lícito aceptarla a beneficio de inventario: sus herederos deben aceptarla sin ninguna especie de restricción, con las ventajas y con los inconvenientes, con los bienes y con las cargas.
En vista de lo cual, aunque desconfiaba de la farsa, fingió aceptarla, considerándola como un modus vivendi necesario para sellar el vergonzoso pacto. El taponazo del Champaña le sacó de sus cavilaciones. Don Juan, alzando la espumante copa, le dijo, como si fuesen antiguos compañeros de calaveradas: Cuando dos caballeros quieren entenderse, no hay quien pueda con ellos.
¿Ahora te desayunas la preguntó Sagrario con desenvuelta frescura , y con remilgos de beata te me vienes? Pues ¿qué ha hecho Leticia, entre otros cien ejemplos que pudiera citarte, sino buscar la patente esa, o aceptarla con gusto, por lo menos? Leticia no dice esas cosas... No; pero las hace. ¡Te aseguro, y bien lo sabes tú, que se aprovecha de la patente como el corsario de más hígados!
»Si la suerte me hubiese a mí condenado y si tú me devolvieses mi palabra con la lealtad con que yo te devuelvo la tuya, te aseguro que ni un momento titubearía en aceptarla. Marqués de Pierrepont. Al señor Jacques Fabrice.» El pintor leyó una y otra vez, y aun volvió a leer con atención suma estas líneas, y, una vez al cabo de su contenido, se disponía a entregarla a la señora de Aymaret.
Agradecí en el alma la invitación; pero me excusé de aceptarla, fundándome en la promesa hecha a mi tío de volver a su casa al día siguiente, y en los deberes profesionales de mi acompañante, que le obligaban a no alejarse por mucho tiempo de su partido.
La vida no es un juego, y hay que aceptarla con toda su seriedad... Por lo demás, lo que tal vez sea beneficioso para usted será indudablemente muy útil para mí, y si usted lo acepta, merecerá mi agradecimiento. Isidro, que escuchaba atentamente estas palabras del senador, con todo su relleno de retazos oratorios, no sacó nada en claro. ¿Qué deseaba el señor marqués?
Palabra del Dia
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