United States or Angola ? Vote for the TOP Country of the Week !


En la cámara, mi amo hablaba acaloradamente con el comandante del buque, Don Francisco Javier de Uriarte, y con el jefe de escuadra, Don Baltasar Hidalgo de Cisneros. Según lo poco que , no me quedó duda de que el General francés había dado orden de salida para la mañana siguiente.

»Hablaban ambos acaloradamente, y en las gesticulaciones de Carlos, en su paso incierto y vacilante, notaba una agitación y una inquietud que no podía explicarme, y de la que participé cuando pasó una gran parte de la noche sin verle aparecer en el salón; pero bien pronto, me decía yo mirando el reloj, bien pronto sabré lo que significa esa visita imprevista.

PANTOJA. Ya os lo explicaré... Aguarde usted. Dispongamos ahora... DON URBANO. ¿Qué? Deje usted que lo piense... Será preciso traerla a casa... Vaya usted... Llega Máximo... DON URBANO. Los niños corren hacia él... Parece que le informan... Electra se dirige a la gruta. Máximo va hacia la niña... Electra huye de él... Hablan el Marqués y mi sobrino acaloradamente.

El común entusiasmo confundíales con los otros señores, grandes comerciantes o funcionarios públicos, que discutían con ellos acaloradamente las cosas del toreo, sin sentirse intimidados por su aspecto de pedigüeños. Todos, al ver al espada, le abrazaban o le estrechaban la mano, con acompañamiento de preguntas y exclamaciones. Juanillo... ¿cómo sigue Carmen? Güena, grasias.

Se levantó el joven de la mesa, saludando con algunas palabras confusas, y tomó el sombrero para salir. «Va á verla se dijo el español . Ya no vive tranquilo si no está á su ladoEn la calle central encontró Watson muchos grupos discutiendo acaloradamente.

Pasaban el tiempo discutiendo acaloradamente, cambiando insultos y buscándose á continuación, como si no pudieran vivir el uno sin el otro. Este no se batía por la libertad de tales ó cuales pueblos. Tenía la vista larga: no era miope y egoísta, como su amigo «el catalán». Daba su sangre por que el mundo entero fuese libre y desapareciesen todas las monarquías.

En invierno, cuando descansaban sus ídolos, vivía en Jerez al cuidado de sus haciendas, y este cuidado consistía en pasarse las noches en el Círculo Caballista, discutiendo acaloradamente los méritos de su matador y la inferioridad de sus rivales, pero con tal vehemencia, que por si una estocada recibida años antes por un toro, del que no quedaban ni los huesos, había sido caída o en su sitio, tentábase por encima de la ropa el revólver, la navaja, todo el arsenal que llevaba sobre su persona, como garantía del valor y la arrogancia con que resolvía sus asuntos.