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Actualizado: 4 de octubre de 2025
Cumplió la tarea que se había impuesto con la atención minuciosa, el cuidado paciente y la perseverancia infatigable de aquella sultana aburrida que, en la ausencia del señor, arranca una a una todas las plumas de un viejo loro. Hubiera preferido, desde luego, vengarse directamente de Germana; pero Germana estaba lejos.
El pianista, por no haberlas oído, continuó tocando; pero tuvo que detenerse, pues el señor humilde y anónimo que iba de un lado á otro como un doméstico se acercó á él, tomándole las manos. Al cesar la música, las parejas quedaron inmóviles; y, finalmente, con una expresión aburrida, volvieron á sus asientos. La condesa empezó á recitar.
No obstante su diversidad, toda aquella gente hacía lo mismo. No tardaban en entrar los bohemios, los hombres altos, de cuello largo y cara triste y aburrida; las mujeres modestas, vestidas casi todas de negro, indiferentes a las conversaciones, a las palabras que se les dirigían y a los vinos que había en la mesa.
Don Víctor era un viejo tal vez amigo de los amores fáciles, pero jamás había pasado su atrevimiento de alguna mirada insistente, pegajosa, y algún piropo envuelto en circunloquios que no le comprometían. El ama era muy callada, muy cavilosa; o no tenía nada que tapar o lo tapaba muy bien. Sin embargo, Petra había adquirido la convicción de que aquella señora estaba muy aburrida.
Castelar, ministro. El buen Relimpio, en quien no se había entibiado ni un punto la noble simpatía que por su ahijada sentía, se va a vivir con ella, la sirve en todo lo que puede y la acompaña cuando está sola y aburrida. Recuerda el noble anciano a su esposa, y honrando la memoria de sus cualidades, deja escapar melancólicos suspirillos. Diciembre. Castelar reorganiza el Ejército.
Oh malheureux enfant, je vous mettrai en cachot!» Era delicioso oírle pronunciar el francés. «Tenía razón la pobrecita concluía riendo , porque yo era un bicharraquillo muy malo.» En aquellas noches me enteró también de los pormenores de su profesión. Estaba tan aburrida en casa, que resolvió volverse al convento. No quería, sin embargo, profesar.
¡Un verdadero timo! repitieron en coro las amables señoritas de Platavieja, rodeando al punto como enjambre de mariposas a los dos diputados, jóvenes y solteros, con la idea sin duda de pegarles alguno. Imposible fue ya continuar la plática ante aquellos testigos, y la noche corrió lenta y aburrida, sin más incidentes.
Jaime Febrer!... Catalina le había visto siempre de lejos; pero cuando entretenía su aburrida soledad con una lectura incesante de novelas, ciertos personajes, los más interesantes por sus aventuras y sus audacias, le hacían pensar siempre en aquel noble del barrio de la Catedral que andaba por el mundo con mujeres elegantes disipando su fortuna. ¡Y de pronto su padre le hablaba de este personaje extraordinario, dando por seguro que iba a ofrecerle su nombre, y con él la gloria de sus ascendientes, que habían sido amigos de reyes!... No sabía ella si era amor o gratitud, pero un sentimiento de ternura que empañaba sus ojos la impelía hacia aquel hombre. ¡Ay, cómo iba a quererlo!
Representaba él a don Fernando, el primer duque de Sandoval, fundador de la grandeza de su casa, en traje de gran maestre de la orden de Calatrava... Y, por súbita y peregrina ocurrencia, Pablo dirigió mentalmente a don Fernando, esta breve, pero sentida alocución: Ya ves. Llevo por ti, ¡oh mi glorioso abuelo! una vida lánguida y aburrida, una verdadera vida de sacrificio.
Me dejé llevar sin hacer otra cosa que mirar en mi derredor. ¡Qué ciudad más aburrida y fría ese Munich, con sus grandes paseos, sus alineados palacios, sus calles extraordinariamente anchas y donde resuenan los pasos, su museo al aire libre de notabilidades bávaras tan muertas dentro de sus blancas estatuas!
Palabra del Dia
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