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Actualizado: 24 de julio de 2025


En su Discurso sobre la decadencia del teatro español, en su prólogo á la Talía española, y en muchos artículos de periódicos, demostró con singular talento las falsas ideas anteriores, recomendando con calor el antiguo teatro nacional, y enseñando á los poetas jóvenes la senda que habían de emprender para regenerar su literatura dramática, no ciertamente esclavizados por preceptos absurdos, sino escribiendo con entera libertad.

Esta excepcion es absolutamente indispensable; si no se quiere que el ser infinito se convierta en el mayor de los absurdos, como sucederia si de él pudiesen afirmarse cosas contradictorias. Con esta aclaracion creo que se puede explicar algun tanto la idea de la infinidad absoluta, considerada en abstracto, sino aplicada á un ser realmente existente.

El dogma de la Trinidad y el de la Encarnacion son ciertamente incomprensibles al débil hombre; pero no son absurdos. ¿Cómo es posible un Dios trino, una naturaleza y tres personas distintas entre , idénticas con la naturaleza? Yo no lo ; pero no tengo derecho á inferir que esto sea contradictorio. ¿Comprendo por ventura lo que es esta naturaleza, lo que son esas personas de que se me habla?

Cuanto allí había era prueba de exquisito gusto, cultura y riqueza bien empleada. Indudablemente el lujo de relumbrón, las antiguallas falsificadas y los caprichos absurdos impuestos por la moda, no tenían entrada en aquella casa.

El famoso testamento de Carlos II, llamando al trono español un Príncipe francés, fué también la sentencia de muerte del teatro nacional español, primero por su consecuencia inmediata, que fué la guerra de sucesión de doce años, obstáculo inmediato y externo, que se opuso á la prosperidad del teatro, y luego, y por efecto del reinado de la dinastía francesa, por una inundación de ideas nuevas, completamente extrañas al carácter español, y, como su acompañamiento, los absurdos y prosáicos preceptos literarios de la escuela de Boileau, que se entronizaron aquende los Pirineos.

Si nuestro deber nos obliga á señalar los defectos capitales de Virués, es justo añadir también en su honor, que, á pesar de los incomprensibles absurdos, á que lo arrastraba una falsa idea del arte ó la indulgencia consigo mismo, revela talento no común, que, mejor dirigido y habiendo imitado modelos más perfectos, hubiese dado, sin duda, resultados más provechosos.

Y al terminar el trabajo, si quedaban unos días libres hasta la próxima corrida en otra ciudad, la cuadrilla retardaba el viaje, y entonces eran las francachelas lejos de la familia, la abundancia de vinos y mujeres en compañía de aficionados entusiastas, que sólo se imaginaban de este modo la vida de sus ídolos. Las diversas fechas de las fiestas obligaban al espada a viajes absurdos.

Era hora de que terminase su rabia de aventuras, su deseo loco de tentar lo imposible, arrostrando los peligros más absurdos.

El primer día «crea la luz» y el cuarto el sol y las estrellas. ¿De dónde salía, pues, la luz si aún no se había creado el sol? ¿Es que hay distinción entre una y otro...? Parece imposible que hayan podido aceptarse tales absurdos durante siglos. Los oyentes movían la cabeza en señal de asentimiento. El absurdo les aparecía palpable, como siempre que hablaba Gabriel.

Era una joven que se había obstinado en confesar con él y que lo había conseguido a fuerza de tenacidad y paciencia; pero después había tenido que desairarla varias veces, para que no le importunase. Era de las infelices que creen los absurdos que la calumnia propala para descrédito de los sacerdotes. Confesaba cosas de su alcoba, se desnudaba ante la celosía entre llanto de falso arrepentimiento.

Palabra del Dia

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