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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Comenzó por decirme que donde quiera que había hombres, cultos o incultos, había debilidades, roñas y grandes flaquezas; pero que, roña por roña, flaqueza por flaqueza y debilidad por debilidad, prefería la de los aldeanos, que muy a menudo le hacían reír, a la de los hombres ilustrados, cuyas causas y cuyos fines, por su abominable naturaleza y sus alcances, casi siempre le ponían a punto de llorar.
Pero sin que le importase mucho reconocerlos o no, Fray Blas de Villabermeja se dejó querer y agasajar y dio gracias al cielo que de su abominable destierro le libertaba. Después de tan raro encuentro, la historia de la navegación de la nueva Argo nada notable ofrece ni refiere durante más de cuarenta días. Sólo se sabe que Morsamor fue tan venturoso, que navegó con velocidad increíble.
Por una parte cierto orgullo, cuando volvía a creer que ella le había infundido una pasión homicida, y luego el horror que le causaba dicho orgullo; por otra parte la confusa sospecha y el vago remordimiento de que ella por instinto abominable, aunque sin reflexión, había provocado y hecho nacer aquel extravío en alma antes tan tranquila y dichosa; y por último la duda de que todo fuese sueño de su vanidad. ¿No podía doña Luz haberse forjado una novela? ¿Qué le había dicho el Padre para que le creyese enamorado? ¿Se había muerto de amor o de apoplejía?
Luego, hacía diez y siete años, no veía ella en D. Valentín sino un hombre cuya serenidad era el perpetuo sarcasmo de las borrascas de su corazón; cuya unión con ella había hecho que lo que pudo ser un bien lícito, una felicidad santificada, fuese un pecado abominable, y cuya salud corporal parecía una burla de los achaques y padecimientos que á ella la atormentaban.
«Si no hay concluía ella mutua y peligrosa inclinación en nuestras almas, pudiera suponerse, y esto me ofendería, y si la hay, como la inclinación sería por todos estilos abominable, conviene cortarla de raíz».
Yo entonces creí conveniente advertir a la autoridad el peligro que había en escuchar las sugestiones del cura, y me manifesté opuesto a sujetarme a sus órdenes en cuanto a la enseñanza de mis niños... Hablé sobre ello a los vecinos, pero el cura había trabajado con habilidad en la conciencia de esos infelices, y haciendo mérito de varias opiniones mías ... me presentó como un hereje, como un maldito de Dios y como un hombre abominable.
Ahora me sucede casi lo mismo que á tí: mi inclinación á D. Carlos me parece natural. Lo diabólico, lo abominable es mi inclinación á tu tío. Es un sentimiento tan distinto, que no destruye ni aminora mi afecto á D. Carlos. Esto prueba mi desordenada índole, mi pecadora y perturbada manera de ser.
26 Y Pedro le levantó, diciendo: Levántate; yo mismo también soy hombre. 27 Y hablando con él, entró, y halló a muchos que se habían juntado. 28 Y les dijo: Vosotros sabéis que es abominable a un varón judío juntarse o llegarse a extranjero; mas me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; 29 por lo cual, llamado, he venido sin dudar.
Pero estas causas debieran influir más en los pueblos libres que en pueblos como el de Cuba, que gime aún bajo el abominable yugo de España. Cuba, no obstante, apenas tenia á principios de siglo más población que 400.000 almas. Hoy pasa la población de Cuba de 1.600.000.
La democracia, a la que no han sabido dar el regulador de una alta y educadora noción de las superioridades humanas, tendió siempre entre ellos a esa brutalidad abominable del número que menoscaba los mejores beneficios morales de la libertad y anula en la opinión el respeto de la dignidad ajena.
Palabra del Dia
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