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Actualizado: 22 de octubre de 2025


Abrió sus salones del piso bajo para dar á la visita un aspecto de regularidad, pero el frío de las piezas abandonadas, los muebles enfundados, el olor de cueva húmeda, les hizo salir al jardín, continuando su conversación al pie de la escalinata, como dos personas que prolongan su despedida.

Y cuando yo, el Gobierno, el Congreso y el pueblo entero esperábamos tan deseada contestación, entregándose la mayor parte á las más halagüeñas impresiones, vino el fatal día 4 de Febrero, en cuya noche las fuerzas americanas atacaron de repente todas nuestras líneas, que estaban por cierto casi abandonadas, porque como sábado, víspera de fiesta, nuestros Generales y algunos jefes de los más caracterizados habían pedido licencia para retirarse al lado de sus respectivas familias.

El doctor recordaba su vida de joven, cuando había colonizado tierras vírgenes recientemente abandonadas por el indio.

Tendrían más dinero, es cierto, pero se quedarían solas, como abandonadas, sin más amigos que un viejo servidor trabajado y achacoso; un médico tan pobre como ellas, y un dómine que se moría de tristeza y... ¡de hambre! Al irse Angelina fué preciso buscar una criada que viniera en auxilio de mi tía Pepa y de señora Juana. Pero, ¿con qué pagarle sus servicios?

La indita de saya azul da a gustar a la vaca mirona una de las tazas de coco abandonadas. Al pescante van Pedro y Adela: Lucía, menos contenta, a la imperial con Juan. Ya la casa de la finca, toda blanca, de techo encarnado, se ve a poca distancia.

No había quien sirviera para ministro, y extranjeros fueron todos los gobernantes con Felipe V y Fernando VI; extranjeros los que vinieron a restaurar las perdidas industrias, a roturar las tierras abandonadas, a establecer los antiguos riegos y fundar colonias en los páramos frecuentados por fieras y bandidos.

La conversación versó al principio sobre los toros. El conde dio acerca de ellos pormenores que se les habían escapado a los otros. No hizo alusión a mi percance, y se lo agradecí. En cambio, los vinos jerez, manzanilla y montilla eran de lo más fino y exquisito que pudiera beberse en ninguna parte. Las mujeres, abandonadas a mismas, charlaban en grupo aparte.

Porque ya no les tenían miedo.... ¿Y por qué no les tenían miedo? ¡Cristo! Porque ya no estaban abandonadas é incultas las tierras de Barret, aquel espantajo de desolación, que aterraba á los amos y les hacía ser dulces y transigentes. Se había roto el encanto.

Tenemos sospechas agregó de que en esta ciudad existe un escondite de conspiradores, donde continuamente se reciben mensajes sediciosos de Aragón y Valencia. Pero todo esto, señor canónigo, precisamos saberlo con certeza, pues la mayoría del Ayuntamiento aboga por ellos, y abundan en toda España señores de título que, por no ver sus tierras abandonadas, les tienden solapadamente la mano.

Intenta uno una tímida resistencia, y le observan: «¿Cómo? ¿Y usted es el que pretende ser un buen muchacho?...» Es inútil que uno proteste: «¡Pero si yo no soy un buen muchacho!»... Tiene que serlo a la fuerza, porque así lo han medido y lo han marcado... ¡Y un hombre de ese temple es el que quiere meterse ahora en historias de mujeres! ¡Las mujeres, que siempre están pensando en alguna cosa diabólica, y que, para que puedan querer bien, tienen que ser tratadas como animales, engañadas, abandonadas por el que ellas adoran!...

Palabra del Dia

humanizarse

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