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Actualizado: 18 de junio de 2025


Y en el comedor, cada vez más solitario, pues los pasajeros abandonaban ya las mesas, Gillespie dejó intactos todos los platos que le presentó el camarero. Ha muerto, ha muerto indudablemente. Cuando vió entrar al encargado de la telegrafía sin hilos del paquebote, mirando á un lado y á otro, con un pequeño sobre en una mano, Edwin se incorporó para atraer su atención.

Las ventanas de las casas de campo, las terrazas de las «villas», se punteaban de negro con la salida de las gentes que abandonaban la mesa del almuerzo. Banderas de diversos colores empezaron á ondear en edificios y tapias á ambos lados de la vía, desde media falda de la montaña hasta la ribera del mar. Don Marcos corrió á la ventana opuesta. Aquí, el paisaje era urbano.

Mi tío se acercó temblando, remiso y casi arrastrado por el deber... al aproximarse retrocedió: la moribunda presentaba un aspecto terrible: la fisonomía estaba amoratada; la respiración era difícil y cavernosa. ¡El sacerdote! exclamaron algunos de los circunstantes mientras los médicos abandonaban la habitación.

Mientras él se hacía millonario, la mitad del mundo, al otro lado de los mares, sufría los horrores de una gran guerra. Al principio este cataclismo había hecho peligrar su propia empresa. Los colonos extranjeros abandonaban los campos de la Argentina para ir á ser soldados en sus respectivas naciones.

Maltrana, a la escasa luz que aún quedaba en el ambiente, vio llegar a los cazadores. Reconocía su organización recordando los relatos del Mosco. Cada pareja de hombres era una «cuadrilla»; compañeros de vida y muerte, que no se abandonaban en el peligro, que al huir en distintas direcciones sabían por instinto dónde encontrarse, partiéndose con fraternal equidad el producto de la caza.

Le abandonaban como si fuese un trapo caído de la barca. ¡Dios mío! ¿Así se olvida a un hombre?... Pero no; tal vez le buscaban en aquel momento. Un barco corre mucho; por pronto que hubiesen subido a cubierta y arriado vela, ya estarían a más de una milla. Y acariciando esta ilusión, se hundía dulcemente como si tirasen de sus pesados zapatos.

Digan sinó los defensores de la Inquisicion ¿en los reinos estraños en que esta no existia i moraban judíos, cuántos cristianos abandonaban su religion i abrazaban la de Moisés? En España al contrario, mientras mas autos de fe, mas muertes i mas infamias de linaje se hacian por los inquisidores, mas personas judaizaban.

Los músicos tocaban con más fuerza, pero las parejas se iban retirando. Las atlotas abandonaban a los mozos para ir a confundirse en el grupo de mujeres. ¡Buenas tardes, señores!... A este saludo del guardia más antiguo contestó el tamboril callando en seco y dejando sola a la flauta.

Los paseantes abandonaban poco á poco el Malecon para irse á la Luneta, cuya música dejaba oir pedazos de melodías traidas hasta allí por la fresca brisa de la tarde; los marineros de un barco de guerra, anclado en el río, ejecutaban las maniobras de antes de la noche, trepando por las cuerdas ligeros como arañas; las embarcaciones encendían poco á poco sus fanales dando señales de vida y la playa

Un ronquido continuo, un estertor de pobre bestia agonizante salía de su boca espumosa. En el cuerpo inmóvil, la única manifestación de vida era aquel aullido repitiéndose con una regularidad cronométrica, sin cambiar de tono. Los oficiales abandonaban á sus compañeras para meterse en el centro del corro. Al reconocer á Martínez, su sorpresa tomaba una expresión acariciante y fraternal.

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