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Actualizado: 1 de junio de 2025
En efecto, don Mariano era un creyente sincero, que cumplía escrupulosamente con los preceptos morales de la religión, pero que miraba con un poco de tibieza, ya que no con desdén, los referentes al culto.
O mitad de mi alma! ó venturosa Amistad no en trabajos dividida, Ni en la ocasion mas prospera y dichosa! Goza, Leoncio, de la dulce vida, Quedate en la ciudad, que yo no quiero Ser de tus verdes años homicida: Yo solo tengo de ir, yo solo espero Volver con los despojos merecidos A mi inviolable fe y amor sincero.
Paco, que había quedado burlado en sus esperanzas, decía con este motivo: Inesita, por no ser fríamente calculadora, ha conseguido lo que con el cálculo frío no hubiera conseguido acaso: bien es verdad que, para conseguirlo, ha sido menester que don Braulio se mate. Más de dos años vivió Beatriz, de viuda, con el más profundo y sincero duelo en el alma.
En esta cesta ha puesto él, Sarrió, una suculenta merienda para que Azorín se la coma en el camino. ¡Es la última muestra de simpatía! Azorín le dice Sarrió , tenga usted cuidado de que no se estruje la uva que va en la cesta... Cuando se coma usted esa uva que yo he cogido en el huerto, acuérdese, Azorín, de que aquí deja un amigo sincero.
Si rompe usted el pacto, no entrará aquí, ni aun por el balcón como esta noche. Sí; amigos y nada más murmuró Rafael con sincero acento de tristeza que pareció conmover a Leonora. Sus ojos verdes se iluminaron; brilló el polvo de oro que moteaba sus pupilas y avanzó hacia Rafael, tendiéndole la mano. Buen muchacho; así me gusta: resignado y obediente.
Los beneficios con que aquella gran señora nos colmó a mi padre y a mí son de los que no pueden pagarse. Pasaba entonces de los cuarenta, ya lo creo; lo que se dice una jamona; antes fea que guapa, para ser sincero, pero con un no sé qué de alegría, desenvoltura y buena gracia, más atractivo que la misma belleza.
En ciertos momentos parecía sencillo, franco y sincero, como lo son todos los de su orden religiosa; pero en otros parecía haber dentro de él esa notable astucia, hábil diplomacia y penetrante doble vista del jesuita.
Profesaba tan sincero desprecio a todo lo que reflejase el movimiento democrático de nuestra era y muy especialmente a los periódicos, que prefería tenerlos manuscritos, conocidos solamente de un número reducido de amigos. Pasaba igualmente por hombre valeroso.
Tenían ahora sus palabras, en vez del impetuoso brío de antes, un dejo amargo, una sombría y patética elocuencia. No era su tono el enfático de la prensa, sino otro más sincero, que brotaba del corazón ulcerado y del alma dolorida.
Puede abrir la puerta á un toro de Veragua si gusta... De todos modos, gracias por el aviso, Gabino, y buena suerte. No era sincero aquel desprecio. La noticia le llegó al alma, porque si bien conocía las relaciones de su querida con Antonio, tenía por cierto que no habían alcanzado tal grado de madurez.
Palabra del Dia
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