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Actualizado: 18 de junio de 2025


No lejos de la majestuosa fábrica, cuyos monstruos de hierro han costado tanto; no lejos de esa magnífica residencia señorial, rodeada de hermosos árboles exóticos, importados con grandes gastos del Himalaya, del Japón y de California, pequeñitas casas de ladrillo, ennegrecido por la hulla, se alínean en medio de un espacio lleno de amontonamientos antiestéticos y de charcas de agua fétida.

Y cuando la veíamos aparecer entre los árboles más galana y más fresca que una azucena de mayo, no hubo nunca un lucero en el cielo que nos pareciese más hermoso.

La llamarada era espléndida, el perfume riquísimo, y las sombras que proyectaban los arboles hadan juego con la luz de un modo admirable.

Las demas circunstancias de este puerto le hacen absolutamente despreciable, pues concuerdan los informes en que no hay arbustos para leña, ni árboles para hacer madera en todas aquellas inmediaciones.

Cansado de la charla de las mujeres asomadas a las puertas de las Claverías, subía a la habitación del campanero, su antiguo camarada de armas, o descendía al jardín por la monumental escalera de Tenorio cuando estaba abierta o por el arco del Arzobispo atravesando la calle. Gustábale pasar una hora entre los árboles.

¿Qué?... ¡por Dios y la Virgen!... ¿qué te pasa? No puedo ir allá. Y señaló la casa de Aldeacorba, cuyo tejado se veía a lo lejos entre los árboles. ¿Por qué? La Virgen Santísima lo sabe replicó la Nela con cierta decisión . Que la Virgen Santísima la bendiga a usted. Haciendo una cruz con los dedos se los besó. Juraba. Florentina dio un paso hacia ella.

El Bósforo de Tracia, el risueño golfo de Nápoles y la dilatada extensión del Tajo frente de Lisboa, son mezquinos, feos y pobres, comparados con la gran bahía de Río sembrada de islas fertilísimas siempre floridas y verdes, y cuyos árboles llegan y se inclinan hasta el mar y bañan los frondosos ramos en las ondas azules.

Tal es el sentimiento que experimentamos al contemplar alguna belleza tranquila y majestuosa del cielo y de la tierra, un planeta que brilla apaciblemente, un rosal en plena floración o bien la bóveda formada por los árboles encima de un sendero silencioso. Los ojos azules, muy abiertos, miraban los de Godfrey sin ninguna timidez ni signo de reconocerle.

Los tupidos jarales contorneados por senderos tortuosos parecían arriates de rosales centenarios. La tierra era blanca, de una blancura de leche; los árboles formaban bóvedas de negro enrejado, por cuyos espacios libres asomaban los planetas sus ojos parpadeantes.

Hay pueblos que viven, como Francia ahora, en lo más hermoso de la edad de hierro, con su torre de Eiffel que se entra por las nubes: y otros pueblos que viven en la edad de piedra, como el indio que fabrica su casa en las ramas de los árboles, y con su lanza de pedernal sale a matar los pájaros del bosque y a ensartar en el aire los peces voladores del río.

Palabra del Dia

vorsado

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