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Actualizado: 1 de junio de 2025


Y ahora, ¿quién sabe si se quedará? Ahora se quedará, y si la condesa quisiera hacerle la vida demasiado amarga y no la tratara bien, yo soy capaz de todo por defenderla. Podéis estar tranquila, os recompensaré a vos también; los honorarios de vuestro marido serán aumentados; tendréis más tierras que cultivar. Seguid, Catalina; ahora me siento más ágil y con el corazón más contento.

No había a bordo grumete más ágil ni marinero más intrépido, ni nadie tenía la mirada más penetrante para descubrir a lo lejos la tierra velada por la bruma. Nadie apretaba con más gracia y presteza una gavia. ¡Y qué corazón!

Una mañana, al salir de la ducha, y cuando el enfermo parecía entonado por la reacción, ágil y con la cabeza muy despejada, se paró en la calle, y cogiendo suavemente las solapas del gabán de su hermano, le dijo: «Pero vamos a una cosa. ¿Por qué ni , ni mi tía, ni nadie queréis decirme dónde está mi mujer? ¿Qué ha sido de ella?

Era, además, hermosa como una ideal virgen espartana, como la propia Diana Cazadora, rica en salud y gallardía; esbelta, fuerte y ágil; con todos los atractivos de la más casta, limpia y juvenil hermosura.

Confiaba a la acción, con una vehemencia de impulsivo, sus deseos y esperanzas, intentando apoderarse de la mujer, atraerla a él, suprimiendo con el contacto la frialdad que los separaba. ¡Doña Zol! suplicaba tendiendo sus manos. Pero ella, con un simple revés de su ágil diestra, apartó los brazos del torero.

El Capellanet, que había escuchado estos relatos, sentía por el verro un respeto admirativo. Describía las particularidades de su persona con la prolijidad del que se siente enamorado de un héroe. No era alto ni fuerte como el señor; pero era ágil, nadie le ganaba en el baile, y podía danzar horas enteras, hasta rendir a todas las muchachas de la parroquia.

El ágil pez, ríese de un pez que no puede cazarlo, no siéndole dado apresar más que los moluscos, tan pesados como él. Poco á poco, acostúmbrase á comer los abundantes y gelatinosos fucos, que sustentan y engordan sin dar el vigor del alimento animal.

Aquí, en donde el monarca se inclinaba sobre su trono de oro, el ágil y silencioso lagarto se desliza como un espectro hacia su casa de mármol, al pálido resplandor del creciente lunar. Pero, oíd.

Parecía un juguete en manos de gigantes; pero resistía maravillosamente. Con su pequeña vela saltaba con agilidad de ola en ola, como si fuera un barco insumergible, y subía y bajaba por las montañas de agua, intrépida y ágil como una gaviota.

Era guapísimo, ágil y divertido en la conversación; y desde que, siglos antes, había venido su compatriota Olen a civilizar a tracios y pelasgos, no se había visto hiperbóreo de más doctrina en el Mediodía de Europa. Con esto, con su astucia, con sus chistes y con su atrevimiento, Abaris iba por todas partes haciendo estragos en los corazones femeninos.

Palabra del Dia

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