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A ella es a quien ha debido su vivacidad, la rapidez de su acción, la libertad de abarcar las épocas y los lugares más alejados unos de otros, esas bruscas transiciones gracias a las cuales el juglar antiguo y el cronista, venido tras él, transportaban a su antojo la atención de los oyentes del uno al otro lado de los lugares donde se desenvolvía el relato.

Al mismo tiempo, Divès y sus hombres transportaban la pólvora al cobertizo, y en el momento que Juan Claudio se acercaba a la hoguera más próxima ¡cuál no sería su sorpresa al ver, entre los hombres de la partida, al loco Yégof con la corona a la cabeza, sentado gravemente en una piedra, con los pies cerca del fuego y cubierto con sus andrajos como si fuese un manto real!

Era el viejo Corneille, padre de los heroicos, o el dulce Racine, poeta de las ternuras, o Hugo con su «Leyenda de los Siglos» o Lamartine con sus «Armonías», cantores alados que transportaban el alma del niño a las puras regiones del Ideal.

Para no hacer sospechar á la señorita de Porhoet la pérdida definitiva de su pleito, proseguía regularmente la exploración de sus archivos de familia. Descubría por intervalos en aquella selva de tradiciones y leyendas, rasgos de costumbres que despertaban mi curiosidad y transportaban por un momento mi imaginación á los tiempos pasados, lejos de la desconsoladora realidad.

Hipnotizados por la lluvia de monedas de plata que preveían, tenían una actitud grave y recogida, no faltaban a una genuflexión y presentaban las vinajeras o transportaban los Evangelios con una solemnidad digna de otro marco. Todos trataban de excederse a mismos.

Las cuentas de gastos de los trajes, atributos, barbas, etc. así como lo que se pagó al platero Anton Ruiz «por el trabajo que toma en coger esta gente e aliñallos e vestillos» con otras curiosas partidas nos dan cabal idea de lo que era la procesión, la cual terminaba con la rica arca destinada al Cuerpo de Dios, acompañada por la nobleza que el año de 1496, la constituían el Duque de Medina, el Conde de Cabra, los hijos del Conde de Cifuentes y otros caballeros, cerrando la brillante comitiva, el Preste para cuyo descanso transportaban una silla.