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»Bien habríamos navegado treinta millas, cuando nos amaneció, como tres tiros de arcabuz desviados de tierra, toda la cual vimos desierta y sin nadie que nos descubriese; pero, con todo eso, nos fuimos a fuerza de brazos entrando un poco en la mar, que ya estaba algo más sosegada; y, habiendo entrado casi dos leguas, diose orden que se bogase a cuarteles en tanto que comíamos algo, que iba bien proveída la barca, puesto que los que bogaban dijeron que no era aquél tiempo de tomar reposo alguno, que les diesen de comer los que no bogaban, que ellos no querían soltar los remos de las manos en manera alguna.

Aunque es así que todo está sugeto Al divino juicio verdadero, Y aunque usó este nombre por respeto, Que vido cierta plata allí primero, Yo entiendo que ha de haber grande tesoro Algun tiempo de plata allí y de oro. La muerte pues de aqueste ya sabida, El gran Carlos envia al buen Gaboto, Con una flota al gusto proveida. Como hombre que lo entiende y que es piloto.

Villarroel: Nicolás de Neufville, señor de Villeroy, consejero y secretario de Estado de Enrique IV, como antes se ha dicho. Bibl. Nac. de París, Fr., 3.652, fol. 35: en la Colec. Morel Fatio, núm. VII. Presume estar escrita á mediados de 1597 por la alusión al Obispado de Meaux que vacó á principios de este año y fué proveída en 13 de julio.

Llegóse la hora del cenar; recogiéronse a su estancia; preguntó Sancho al huésped que qué tenía para darles de cenar. A lo que el huésped respondió que su boca sería medida; y así, que pidiese lo que quisiese: que de las pajaricas del aire, de las aves de la tierra y de los pescados del mar estaba proveída aquella venta.

Madrugó don Quijote, y, dando golpes al tabique del otro aposento, se despidió de sus huéspedes. Pagó Sancho al ventero magníficamente, y aconsejóle que alabase menos la provisión de su venta, o la tuviese más proveída. Capítulo LX. De lo que sucedió a don Quijote yendo a Barcelona

Venía el bárbaro Alí-Bajá confiado en el triunfo, y engañado; qué algunos pescadores habíanle dicho que la armada de la Liga era mucho menor que la suya, y mal proveída y pertrechada, y que aun así, mucho mayor era el número que la valía de la gente de la Liga, toda de leva y allegadiza; por su parte, don Juan de Austria creía que el dey de Argel, Aluch-Alí, temeroso de la suerte de la batalla, había abandonado a Alí-Bajá.

Diz que volvió al templo al siguiente día, y recogió la querella proveída con un decreto marginal de Como se pide: se hará justicia.