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Señor continuó la señora de Laroque, se le va á mostrar la habitación que le hemos destinado, ajustándonos al formal deseo del señor Laubepin; pero antes permítame que le conduzca á la habitación de mi suegro, que tendrá placer en conocerle. ¿Quiere usted llamar, prima? Espero, señor Odiot, que nos hará usted el placer de comer hoy con nosotros. Adiós, señor, hasta muy luego.

Somos, pues, muy ricas, señor Odiot, y por poco caso que haga yo de esta fortuna, mi deber es conservarla para mi hija, aunque la pobre niña no se cuide de ella más que yo. ¿No es así, Margarita?

Entonces repuso la señorita, irá usted en la americana. Al mismo tiempo dirigió por primera vez sus ojos hacia , y lanzándome una mirada en que vi estallar el rayo: Señor Odiot dijo con una voz breve de mandato, vaya á decir que preparen el carruaje.

Tenía el autor entonces treinta y seis años; estaba en toda la plenitud de su actividad mental y en todo el hervor de su juventud, y de allí tal vez el cariño con que ha trazado la figura de Máximo Odiot, ese perfecto gentilhombre, cautivador en su brillante pobreza.

Agitóse ligeramente entre sus almohadones y continuó: En fin, tenga la bondad de sentarse, señor Odiot. Le agradezco infinito, señor, el que quiera consagrarnos su talento.

El año de 1820, la señorita Luisa Elena Dougalt Delatouche D'Erouville fué pedida en matrimonio por Carlos Cristian Odiot, marqués de Champcey d'Hauterive; investido por una especie de tradición secular de la dirección de los negocios de la familia Dougalt Delatouche, y admitido con una respetuosa familiaridad de largo tiempo atrás, cerca de la joven heredera de aquella casa, debí emplear todos los argumentos de la razón para combatir las inclinaciones de su corazón y retraerla de aquella funesta alianza, y digo funesta alianza, no porque la fortuna del señor de Champcey fuese, á pesar de algunas hipotecas que la gravaban á la sazón, menos que la de la señorita Delatouche.

He hecho valer su título de abogado y más particularmente sus cualidades morales. Conformándome con su deseo, no he hablado nada sobre su nacimiento: no es usted, ni será conocido en la casa, sino bajo el nombre de Máximo Odiot. Habitará usted un pabellón separado, donde se le servirá la comida, cuando no le sea agradable figurar en la mesa de la familia.

El viejo notario tomó entonces del lecho una hoja de papel, y continuando, al parecer, una lectura interrumpida, leyó: «Por estas causas, instituyo por este testamento ológrafo, por legatario universal de todos mis bienes, tanto en España como en Francia, sin reserva ni condición alguna, á Máximo Santiago María Odiot, Marqués de Champcey d'Hauterive, noble de corazón como de raza.

No, señora le dije riendo, no esperaré ni un minuto; ó soy intendente ó no lo soy. Señora dijo el viejo Alain, que se hallaba allí, se podría enganchar para el señor Odiot el carricoche del padre Hivart; no tiene elásticos, pero por lo mismo es más sólido.

El apellido originario de mi familia es Odiot; este solo es el que llevaré en lo sucesivo. Sin embargo, reconociendo toda la vivacidad del interés que ha podido inducirle á usted á ser el intérprete de tan singulares proposiciones, le ruego omita todas las que puedan tener un carácter análogo. En ese caso, señor Marqués respondió el señor Laubepin, nada tengo que decirle.