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Poco a poco, el señor Desmaroy olvida su dulzura convencional. Su mirada es la de un comisario cuando inspecciona las cosas que le enseña Boulmet, el cual, correcto en extremo, se mata por presentar a su cliente todas las antigüedades de la abuela. Esto, señor mío, es del siglo XIII... Esto del XIV... Tal cosa data del reinado de Luis XIV... Tal otra es del más puro Enrique II...

El viajero, el curioso ó el que por su cargo inspecciona la isla, recorre las costas, siéndole muchas veces imposible internarse por oponerse la fragosidad del terreno, lo inhospitalario de sus pampas y bosques, la falta de caminos, la carencia de recursos y el estado de algunas tribus que se asemejan á las que habitan las montañas de Mariveles y algunas provincias del Norte.

Cristeta viene por lo alto de la calle, vestida como él la soñó. Sus enguantadas manos oprimen un grueso devocionario, sujeto con un elástico rojo, y bajo el tul del velo brillan sus rizos de oro. A cada instante vuelve la cabeza hacia atrás. Entonces, don Juan sonríe con orgullo y se dirige lentamente a la puerta. Al cruzar el despacho, lo inspecciona todo por última vez. Nada falta.

Constituída la visita en el barrio, el Juez mayor, ayudado de otros munícipes, inquiere, inspecciona y averigua los adelantos y mejoras que se han llevado á cabo en el trascurso del año.

Una vez al día abre la puerta, entra, inspecciona unos minutos, vuelve a salir, y hasta el día siguiente... Ni una palabra, ni un grito, ni el más leve ruido; y eso que yo muchas noches aplico la oreja a la madera del tabique, o miro en el corredor por el ojo de la cerradura. ¡Nada!... ¿Quién cree usted que podrá ser? Calló Isidro, frunciendo el ceño bajo la preocupación de este misterio.

¿Has puesto eso con gobierno para que no se manchen los monos? pregunta una. Y la otra inspecciona las cestas, remueve los papeles en que van liadas las hórridas figuras, torna a colocar sobre los bancos los encargos... Y silba la locomotora con un silbido largo y bronco; se remueve el tren con chirridos de herrumbres y atalajes mohosos; una gran claridad se hace en el coche...

Como la mesa de la caída está á la vista de los que suben, procura Putin que esté vistosa y arreglada, en tanto que Angué recorre los papeles de colores, inspecciona los tinsines y pone rodajitas de limón á los cochinillos fritos, manjar indispensable, sin el cual no hay convite posible en la India. Arreglada la caída, las dueñas de la casa se dirigen á la sala.

El mismo resultado tuvieron las voces de «Señor Sagrario, señor Sagrario... haga el favor de venir». D. José se asomó a la puerta, echando a la pareja una mirada de maestro de escuela que inspecciona el aula en que estudian sus alumnos, y vuelta a pasearse sin hacer caso de nada. Rubín acercó más la silla, y Fortunata tuvo más miedo: «Pero todo aquello de la liberación y del Mesías voló.