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Veinte batallones españoles se iniciaban al mismo tiempo con igual éxito en distintos lugares de París. Cada entusiasta quería ser jefe de los demás, con la soberbia individualista y la repugnancia á la disciplina propias de la raza. Al fin, los futuros caudillos, faltos de soldados, buscaban inscribirse como simples voluntarios... pero en un regimiento francés.

No es que la gente deje de bautizarse y de inscribirse en el registro civil; pero el nombre puesto por la Iglesia y por el Estado, en completo acuerdo, sufre luego una trasformación radical. Un mote familiar y cariñoso puesto en el hogar o por los amigos, sustituye al nombre civil y de pila.

¿Qué había realizado hasta ahora que mereciera inscribirse en las crónicas? ¿Qué eran sus mejores hechos sino proezas de niño? Esta reflexión hízole sonreír con ambiciosa amargura, mientras sus ojos, enrojecidos de pronto, dejaban asomar una lágrima.

Aunque nunca quiso inscribirse en el Consulado, por ahorrarse tres o cuatro duros, acudió con frecuencia a la Legación pidiendo que España reclamase diplomáticamente en su favor contra mil agravios y danos que del Gobierno argentino había recibido, y que exigiese, con amenazas de bombardeo, que dicho Gobierno le diera una indemnización muy cuantiosa.

Mi tío Ramón había tenido que inscribirse en uno de los centros electorales en que la opinión estaba dividida, y aunque con su carácter muy indiferente por la cosa pública, el buen ciudadano figuraba pomposamente en la comisión directiva, debido sin duda a la iniciativa de su mujer, que no admitía excusas, y a sus medios pecuniarios, y no a su entusiasmo por la lucha o a sus aspiraciones políticas.

El sudamericano, habituado á las disputas de sus dos compañeros, se miraba las uñas negras con la melancólica desesperación de un profeta que contempla su patria en ruinas. Blanes, hijo de burgués, le admiraba por su origen. El día de la movilización había ido en París á inscribirse como voluntario montando un automóvil de cincuenta caballos. El y su chófer se alistaban juntos.

A bordo del Neblí venía como agregado, un joven que había dejado las rutinarias y graves carreras universitarias, optando por inscribirse en Cádiz en la matrícula del colegio naval. López Ródenas se llamaba el prófugo de la Universidad de Madrid, en cuyos claustros siempre se había distinguido como calavera, decidor y camorrista.

Otros socios de origen extranjero, jóvenes polacos, ingleses residentes en París, americanos de las repúblicas del Sur, acababan de inscribirse como voluntarios.