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En el agua aparecieron los gigantes pacíficos. La leche del mar, su aceite, superabundaba; su cálida grasa, animalizada, fermentaba con inaudito poderío, quería vivir. Hinchóse, pues, tomó forma orgánica en esos colosos, niños mimados de la Naturaleza, dotándolos de fuerza incomparable y de lo que vale más todavía, de preciosa y ardiente sangre roja. Y la ballena fué hecha.

Me pareció que ese germen fermentaba un poco en aquel momento y que las secretas antipatías del viejo hallaban alguna satisfacción en el espectáculo de un noble en tortura. Tomé al instante la palabra, tratando de mostrar, á pesar de la postración real en que me hallaba, una plena libertad de espíritu. ¡Cómo!

El conde iba montando en cólera y toda una antigua levadura de celos retrospectivos fermentaba de repente en el fondo de su ser estragado. Raúl trataba de reírse. ¡Celoso yo!... ¡Y de una cincuentona!... Vamos allá, querido, tu reloj retrasa... No, pero no quería ser engañado, y si sus sospechas eran fundadas, entonces... Entonces, ¿qué? ¿Qué le importaba a él?

El amor era para ellos una navegación, y en su ruta iban derramando torrentes de fecundidad. El agua desaparecía bajo la abundancia del flujo materno, en el que nadaban racimos de huevos. Al surgir el sol, el mar aparecía blanco hasta perderse de vista: blanco de jugo masculino. Las olas eran grasientas y viscosas, repletas de vida que fermentaba rápidamente.

Con mi oro me he abierto camino y donde quiera he visto á la codicia bajo las formas más execrables, ya hipócrita, ya impúdica, ya cruel, cebarse en un organismo muerto como un buitre en un cadáver, y me he preguntado ¿por qué no fermentaba en sus entrañas la ponzoña, la ptomaina, el veneno de las tumbas, para matar á la asquerosa ave?

Una pasión convertida en aborrecimiento y cuya levadura fermentaba siempre con violencia en el corazón de la solterona. Hacia el año 1867, el señor Guichard, soltero muy rico y cuyos herederos eran su sobrino, Fortunato Roussel y su sobrina Clementina Guichard, había acariciado el sueño de no dividir su fortuna y de casar á sus sobrinos.

El bizcocho, base de la alimentación á bordo, fermentaba por efecto combinado del calor y la humedad de la bodega, aunque resistía mucho más que el tocino y pescado salados, el garbanzo y el queso, componentes de la ración. Así y todo, en circunstancias ordinarias la despachaban con buen ánimo: dejémosle contar al facecioso Salazar .