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De la zona profunda, negra y dormida de la memoria, laguna Estigia de nuestra alma, en donde se han ido sumiendo los afectos y las imágenes de antaño, se levantan, de raro en raro, inesperadamente, viejas voces y viejos rostros familiares, a manera de espectros sin corporeidad.

El vulgo creyó esta fábula y se puso á buscar la «Fuente la Juventudesperando encontrarla, no en la entrada de los infiernos, como la laguna Estigia, sino al contrario, en un paraíso terrestre, en medio de flores y verdura, bajo una primavera eterna.

Así como en la noche los lóbregos e inmóviles pantanos respiran niebla blanca y fantasmal, así nuestra interior laguna Estigia deja en libertad sus vaporosos espectros a las horas en que la tiniebla del sueño satura nuestro espíritu. Pero, en ocasiones, las criaturas incorpóreas del más allá de la memoria se alzan a la luz del día.

El cochero y el carretero son los reyes de las calles de Lóndres, como el mendigo y el salteador entre las ruinas de Roma, Ademas, aquellos dos personajes clásicos de Inglaterra son los «Carones» de esa laguna Estigia de Lóndres: ellos se apoderan del extranjero, le despojan de una parte del capital de viaje y le consignan al infierno del «hotel» para que la obra se complete.

La esposa, por su parte, era también feliz; zambullida en su desvergüenza, como los héroes griegos en la Estigia, habíase hecho como ellos invulnerable, y con su audacia infinita y su cínica travesura femenina, lograba el único fin de su vida, natural anhelo de su vanidad inmensa: sobreponerse a todo el mundo, ser siempre la primera y lograr que todas las lenguas le rindiesen vasallaje, ocupándose constantemente, para bien o para mal, que eso poco importaba, de su persona y de sus cosas.

Satanás se presenta consternado, y dice al Príncipe de las tinieblas: Las riberas del Cocyto Deja animoso Luzbel, Y de la laguna Estigia Azufre, resina y pez. Del Averno los tormentos Suspende, si puede ser, Y de tu reino de llanto Cese el bullicio cruel. De tus furias el azote En ocio y suspenso esté, Y los condenados, todos, Orejas á mi voz den.