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Desgraciadamente había mar gruesa y de fondo: por más que llamé y llamé, nadie acudió... Y yo a solas en el faro con mi pobre Tchéco, ¡sabe Dios hasta cuándo! Yo confiaba poder tenerlo conmigo hasta la llegada del barco; pero a los tres días era aún completamente imposible... ¿Cómo arreglármelas? ¿Llevarle fuera? ¿Enterrarlo? La roca era sumamente dura; y hay tantos cuervos en la isla!

Y el manuscrito que tengo á la vista, donde consta esta curiosa noticia, añade «que don Diego estaba loco, y siempre lo fué, como se vió en muchas ocasiones, y así se dió licencia para enterrarlo en sagrado

Era bastante simpática esta muchacha. La última vez que la vio llevaba un traje de muselina blanca con pintas azules y unas rosas thé en el pecho. Sería la viuda más apetecible del pueblo... Después de cavar un momento más, vio que la fosa ya era bastante grande, aunque el comisario fuera hombre alto y grueso. Fue así que dijo tímidamente al Chucro: Creo que ya podríamos enterrarlo...

Efectivamente, aquel castillo de argamasa aislado y obscuro, sin más comunicación con lo exterior que la puerta de entrada, flanqueado con sus cuatro torres coronadas de almenas, semejantes á pirámides de cementerios, parece un gran ataúd. Está estrechamente rodeado de olivos que le cercan apiñados, como para enterrarlo.

Cuando alguno de los suyos fallecia, tenian la precaucion de enterrarlo junto con sus armas, lo que prueba que creian en otra vida: finalmente, respetaban el fallo y pronósticos de sus médicos, y eran esclavos de un sin fin de supersticiones.

El cadáver fué enterrado y apuntada la partida: «Muerto de muerte naturalAl salir para Tucumán, manda una partida a casa de Zárate, propietario pacífico, pero conocido por su valor y su desprecio a Quiroga; sale aquél a la puerta, y apartando a la mujer e hijas, lo fusilan, dejando a la viuda el cuidado de enterrarlo.

640 Al muerto, en un pajonal había tratao de enterrarlo, y después de maniobrarlo lo tapé bien con las pajas, para llevar de ventaja lo que emplearan en hallarlo. 641 En notando nuestra ausiencia nos habían de perseguir, y, al decidirme a venir, con todo mi corazón hice la resolución de peliar hasta morir.

Después que vemos á Fernando con toda la majestad de un caballero, consagrado á Dios, siente que sus fuerzas terrestres le abandonan; ya no puede acercar á sus labios el pan que le ofrece uno de sus compañeros de sufrimiento, y se lo llevan para enterrarlo con el traje de su orden, con arreglo á sus deseos.