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La mañana de Pascua de Espíritu Santo, el coronel D. Alvaro de Sande dió orden al Maestre de campo de los italianos, Hierónimo de Piantanido, milanés, que con los capitanes Galarza y Carlos de Haro, que habían de llevar sus compañías, él tomase hasta cumplimiento de 600 hombres, entre españoles é italianos, de la mejor gente que tenía, y fuese á acometer las trincheras de los turcos y procurasen de enclavar la artillería, y que para este efecto hallarían en compaña á Estéfano, coronel de los alemanes, y al capitán Olivera con su compañía de españoles, los cuales tenían 400 coseletes entre alemanes y españoles, que les harían espaldas para cuando se hubiesen de retirar, no hallando ocasión para pasar adelante; y con esta orden, los dichos Maese de campo y Capitanes salieron dos horas antes del día y acometieron á los turcos, los cuales estaban en arma, porque habían sentido el ruido; mas no obstante esto los acometieron, hicieron volver las espaldas y mataron muchos dellos, entre los cuales fué muerto el Agá de los jenízaros por mano de un alférez español que se llamaba Nuncibay, que era alférez del capitán Galarza y un muy valiente soldado, y jamás quiso tomalle por prisionero, sino matalle, y ansí siguiendo la victoria llegaron hasta la artillería y enclavaron parte della; y viendo los turcos que eran tan pocos los cristianos que les habían acometido, tornaron á rehacerse y encomenzaron á dalles la carga, de manera que siendo tan poco número de soldados, les fué forzado retirarse escaramuzando y recibiendo la carga de lo mejor que podían, hasta el lugar donde estaba el coronel Estéfano con los 400 coseletes, que para este efecto aguardaban allí.

Me he alojado en los hoteles de nuestra campaña, en cuyos cuartos los himnos de la noche son entonados por animales microscópicos y carnívoros; he llegado, en medio de la Cordillera, camino de Chile, a posadas en cuya puerta el dueño, compadecido sin duda de mi juventud, me ha dado el consejo de dormir a cielo abierto, en vez de ocupar una pieza en su morada; he dormido algunas noches en las postas esparcidas en la larga travesía entre Villa Mercedes y Mendoza; he pernoctado en Consuelo, comido en Villeta y almorzado en Chimbe, camino de Bogotá... pero nada, nada puede compararse con aquel Hotel Neptuno que, como una venganza, enclavaron las potencias infernales en la tétrica Guayra. ¿Describirlo?

Primero que salieron del galeón enclavaron el artillería porque no les tirasen con ella, y no pudiendo caber todos en las dos barcas, quedaron de los amotinados hasta 24 ó 30.