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La mañana de Pascua de Espíritu Santo, el coronel D. Alvaro de Sande dió orden al Maestre de campo de los italianos, Hierónimo de Piantanido, milanés, que con los capitanes Galarza y Carlos de Haro, que habían de llevar sus compañías, él tomase hasta cumplimiento de 600 hombres, entre españoles é italianos, de la mejor gente que tenía, y fuese á acometer las trincheras de los turcos y procurasen de enclavar la artillería, y que para este efecto hallarían en compaña á Estéfano, coronel de los alemanes, y al capitán Olivera con su compañía de españoles, los cuales tenían 400 coseletes entre alemanes y españoles, que les harían espaldas para cuando se hubiesen de retirar, no hallando ocasión para pasar adelante; y con esta orden, los dichos Maese de campo y Capitanes salieron dos horas antes del día y acometieron á los turcos, los cuales estaban en arma, porque habían sentido el ruido; mas no obstante esto los acometieron, hicieron volver las espaldas y mataron muchos dellos, entre los cuales fué muerto el Agá de los jenízaros por mano de un alférez español que se llamaba Nuncibay, que era alférez del capitán Galarza y un muy valiente soldado, y jamás quiso tomalle por prisionero, sino matalle, y ansí siguiendo la victoria llegaron hasta la artillería y enclavaron parte della; y viendo los turcos que eran tan pocos los cristianos que les habían acometido, tornaron á rehacerse y encomenzaron á dalles la carga, de manera que siendo tan poco número de soldados, les fué forzado retirarse escaramuzando y recibiendo la carga de lo mejor que podían, hasta el lugar donde estaba el coronel Estéfano con los 400 coseletes, que para este efecto aguardaban allí.

Tengo entendido que son los escoceses buenos guerreros, observó Tristán. Fuertes y sufridos; no adelantan durante el combate, pero tampoco huyen, sino que se aguantan á pie firme, dando cada toque que saca chispas de cascos y coseletes. Con el hacha y la espada de combate no tienen igual, pero son muy malos ballesteros, y lo que es con el arco, no se diga.

Otro día por la mañana vino el gran Turco en una fragata á ver las galeras y hiciéronle muy gran salva. Martes 1.º de octubre llevaron á D. Alvaro y á D. Sancho de Leyva y á D. Berenguer de Requesens á caballo, con los más de los soldados que se habían perdido, á pie, tras ellos, y armados muchos con coseletes, poniéndolos por orden de tres en tres, asidos de las manos.

A la vuelta de Poniente, á la parte del campo de los turcos, acerca de la mezquita que se ha dicho, estaba el capitán D. Juan de Castilla con su compañía de coseletes, que tenía hasta 70 ú 80 soldados, y recelándose el dicho capitán D. Juan que podía ser roto de la parte de la marina, de los caballos, envió 12 soldados del cuerpo de guardia, con su cabo de escuadra, que estuviesen en la dicha mezquita, porque allí descubrían á todas partes, y dióles orden que avisasen siempre de lo que viesen hacer á los turcos; y si los apretasen mucho, que escaramuzando se retirasen con buena orden hacia donde él quedaba, que con el resto de su compañía saldrían á dalles socorro.