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Los turcos aquel día estaban determinados de hacer algún efecto, por el trato y concierto que tuvieron dentro del fuerte, y esperaban la señal que les habían prometido de quemar la pólvora del castillo; y no saliendo esto en efecto, determinaron de ir á ganar el agua y acometer de todas partes á los nuestros, porque estaban puestos á punto para hacello, y así, por estar más cercana aquella guardia de Poniente que las otras, enviaron hasta 300 ó 400 turcos á la vuelta de la dicha mezquita, los cuales rompieron el cuerpo de la guardia que allí estaba de los 12 soldados, y ellos escaramuzando se retiraron á la vuelta del fuerte, no aguardando la orden de su Capitán porque la carga fué muy grande y no pudieron volver como los habían mandado.

Los turcos eran tantos de número, que ganaron el sitio donde estaba el capitán Juan Osorio, el cual se retiraba escaramuzando la vuelta del fuerte, y llegó á socorrelle el capitán D. Jerónimo de Sande con su compañía de arcabuceros; mas tornando á cargar los turcos, ganaron por fuerza el primer sitio del pozo, y viendo D. Alvaro de Sande trabada la escaramuza tan bravamente, que siempre crecían los turcos con algunos moros que venían con ellos, dió orden á los dos Capitanes que se retirasen á la vuelta del fuerte, y lo mismo puso el capitán Galarza, el cual escaramuzaba en la posta de su guardia sin haberse retirado, porque allende del socorro que le había llegado, el sitio era aparejado para poderse defender.

El dicho capitán D. Joan de Castilla, con los otros que le vinieron á socorrer, recibieron la carga de los enemigos, y escaramuzando valientemente, como se hacía por todos cabos alrededor del fuerte, se retiraron más debajo del artillería, y allí se entretuvieron hasta la noche, matando muchos turcos, y vinieron á las manos á pica y espada con ellos.

Entonces se retiraron escaramuzando hacia el fuerte, y así los turcos pusieron su campo desde aquella guardia hasta la otra de Poniente y ganaron el pozo de Su Excelencia; y luego los turcos arbolaron más de 480 banderetas y gallardetes, y comenzaron á hacer las trincheras, aunque la mayor parte hallaron hechas, porque los cristianos las hicieron como llegaron en aquel lugar donde se hizo el fuerte para su defensa y repararse de los moros de la isla, y así las habían desamparado de la parte que el gran comendador Tigeres, General de las galeras de la Religión, con todos sus Caballeros de San Juan, que eran bien 300 ó 400 y más de 1.000 napolitanos de los bravos, todos arcabuceros, con sus morriones y plumas, y el resto del campo de los cristianos, parte se había embarcado y parte se retiraron en el fuerte, de modo que no tuvieron tiempo de deshacer sus trincheras viejas, y por eso los turcos hallaron esta comodidad y aparejo; y como las rehicieron, luego á la hora plantaron ocho piezas de artillería gruesas á la parte de la casa de Dragut, y comenzaron á batir el castillo, creyendo que echarían á perder toda la munición y vituallas, y la cisterna del agua que eran dentro del castillo; mas el coronel D. Alvaro de Sande hizo cortar las murallas del castillo y terraplenarlo y puso encima artillería, con la cual hacían gran daño; mas por aquélla de fuera les fué quitada, porque tiraron más de 3.000 pelotas de cañón; pero las municiones y vituallas estaban bien guardadas y reparadas y debajo de tierra, tanto que en esto los turcos no hobieron el intento de su desiño ni de la traición que tenían concertada dentro el fuerte de quemar la pólvora y atosigar el agua de la cisterna y otros tratos, hasta enclavar la artillería, como se hizo, aunque había buena guardia del resto.

La barbara nacion que se juntaba, No pudiera escaparse de su mano. Si el bravo y crudo Marte se hallára Con tal gente de guerra, tan ufano Y altivo se sintiera, que en la tierra A todos los mortales diera guerra. La trompa y atambor les ayudaba, Los caballos calor iban tomando: Contento grande, cierto, que causaba Aquesta gente allí escaramuzando.

A la vuelta de Poniente, á la parte del campo de los turcos, acerca de la mezquita que se ha dicho, estaba el capitán D. Juan de Castilla con su compañía de coseletes, que tenía hasta 70 ú 80 soldados, y recelándose el dicho capitán D. Juan que podía ser roto de la parte de la marina, de los caballos, envió 12 soldados del cuerpo de guardia, con su cabo de escuadra, que estuviesen en la dicha mezquita, porque allí descubrían á todas partes, y dióles orden que avisasen siempre de lo que viesen hacer á los turcos; y si los apretasen mucho, que escaramuzando se retirasen con buena orden hacia donde él quedaba, que con el resto de su compañía saldrían á dalles socorro.