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Al castillo balbuceó el muchacho, poniéndose colorado . Al mismo tiempo, ocultaba confundido una de sus manos dentro de su blusa. ¿Qué vas a hacer al castillo? volvió a preguntarle. A ver a la señorita Julia. Julia era la camarera de Juana. ¿Quién te envía, hijo mío? Un señor murmuró el niño, cada vez más intimidado. ¿Un señor que está alojado en tu hotel, no es verdad? Si. ¿Un oficial? .

Temo que tu presencia me estorbe para encontrar el sitio más a propósito para la batalla.... Vete, ya estoy turbado, ya se me han ido las ideas, ya no lo que pasa en . tienes la culpa, , que hace tiempo te has propuesto trastornar todas mis ideas. ¿Sabes dijo Salvador que estás muy mal alojado? Me encuentro bien aquí. Cuando mejore de mi herida.... ¿Estás herido?

El Almirante, al dictar su testamento, habla con amargura de que los reyes sólo dedicaron a su obra un millón o cuento de maravedíes, y que «él tuvo que gastar el resto»... Y eso lo decía a la hora de su muerte, en un país donde todos le habían conocido yendo tras de la corte como parásito solicitante, sin dinero y sin hogar, alojado en conventos, implorando pequeños subsidios para poder moverse de una ciudad a otra... Habían bastado catorce años para una falta de memoria tan estupenda.

Ramiro recordó con misteriosa inspiración que aquellos muros habían alojado a uno de los reyes más gloriosos de la historia, a un monarca de monarcas que acabó por arrojar el cetro y la corona para refugiarse en escondido monasterio; y, al pronto, el fantasma del Emperador Carlos Quinto apareció ante sus ojos con el rostro medio oculto por la capilla de un hábito.

En el momento en que la señora quiso entrar á esa localidad, suponiendo encontrar allí su equipaje, salia un individuo alojado tambien en el hotel. Nuestra inocente señora dió un grito y se quedó pasmada; pero luego bajó las escaleras gritando que un monsieur se habia metido al cuarto de ella, cosa que naturalmente le parecia muy irregular.

Partió para Nápoles y tampoco se encontró mejor. Se habían alojado en Santa Lucía. El más hermoso golfo del universo ondulaba sus aguas azules ante ella; el Vesubio humeaba bajo sus balcones; el sitio estaba bien elegido para vivir y morir.

Confieso empero que un francés mozo, con quien estaba alojado, faltó al respeto debido á los emperadores de Indias y de Marruceos, diciendo con mucha imprudencia que en Europa habia soberanos muy píos que gobernaban con acierto sus estados, y freqüentaban tambien las iglesias, sin quitar por eso la vida á sus padres y hermanos, ni cortar la cabeza á sus vasallos.

El ruido lento y monótono que surgía entre los árboles era el de la escuela de don Joaquín, establecida en una barraca oculta por la fila de álamos. Nunca el saber se vió peor alojado; y eso que, por lo común, no habita palacios.

En el año de 1704 salió en busca de los Puraxís que se habían retirado á una espesa selva para defenderse de los asaltos de algunos europeos que sin temor á las leyes, sobre el seguro de estar lejos de la vista de quien pudiese castigar sus excesos, se tomaban la licencia de hacer esclavos á los paisanos y venderlos á su gusto como tales; y llegando á donde uno de estos estaba alojado junto á aquellos pueblos, le recibió con mal semblante y peores palabras, diciendo al V. P. que aquel no era tiempo de hacer misiones, y así que se volviese y metiese en su Reducción, porque si no lo hacía por bien, le obligaría, mal de su grado, á que lo hiciese.

Lo habían alojado en la cárcel, no porque se le sospechase de algún delito, sino por ser la manera más conveniente y cómoda de disponer de él hasta que los magistrados hubieran conferenciado con los jefes indios acerca del rescate. Se dijo que su nombre era Rogerio Chillingworth.