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¡Señor Juan, señor Juan! ¡estáis ahí, señor Juan, venid a ver nuestros poneys! ¡Ah! dijo Bettina, con voz algo incierta. Eduardo acaba de llegar de París, trayendo para los niños unos poneys microscópicos. Vamos a verlos, ¿queréis? Y salieron a ver los poneys, que, en efecto, eran dignos de figurar en las caballerizas del rey de Liliput. Han transcurrido tres semanas.

Sabréis que la Tierra es redonda y gira en el espacio. , algo sabemos de eso dijo el campanero con acento de duda . Así nos lo enseñaron en la escuela. Pero ¿realmente crees que se mueve? Porque en vuestra pequeñez de seres humanos no podéis sentir ese movimiento, porque a vuestra vista de topos microscópicos se escapa el inmenso engranaje del mundo, no dudéis de él. La Tierra gira.

Clara no quiso acostarse y se estuvo hasta las primeras horas de la madrugada con su tía Eugenia, que dormía poco y vivía cada vez más miserable bajo un constante terror de todas las calamidades posibles e imaginables; unas veces de los grandes agentes físicos, el aire, el fuego, el agua, otras de los organismos microscópicos, bacilos, microbios, etc.

Hase dicho que la falta de luz solar excluía la vida, y no obstante, en lo más profundo del mar viven innumerables enjambres de estrellas marinas. Las olas están pobladas de infusorios y de gusanos microscópicos é infinidad de moluscos arrastran sobre ellas sus conchas. Cangrejos bronceados, radiantes anémonas, nevadas porcelanas, dorados ciclóstomos, onduladas volutas, todo vive y se mueve.

Donde quiera abismos de verdura y vallecitos microscópicos donde murmura algun arroyuelo saltador. La vida campestre aparece en aquellos parajes con toda su dulce sencillez, su apacible alegría y su poética variedad de armonías. Al cabo la via llega al punto culminante en las montañas, produciéndose allí una doble inclinacion de faldas montuosas, cuyas aguas giran en opuesto sentido.

En Alemania, donde hay tantos Estados literalmente microscópicos, tantos reyezuelos que para no vivir indigentes necesitan aguzar mucho el ingenio en punto á recursos fiscales; en Alemania, donde el orgullo tradicional de tantas dinastías de segundo, tercero y cuarto órden somete á los pueblos á la necesidad de dejarse explotar mas ó ménos para mantener el rango de los príncipes; en Alemania, digo, se ven instituciones y costumbres muy curiosas, que ningún otro país toleraría talvez.

Habíalas color barquillo bajo, realzadas por la nota de fuego de las bengalas, y las rosas enanas, de matiz de carne, parecían rostros microscópicos, que miraban curiosos a las vidrieras del chalet. En el jardinete, ante el peristilo, era una gentil confusión de rosas de todos los tonos y tamaños.

Las rocas y fondos se cubrían de una vegetación que era verde cerca de la superficie y se iba ensombreciendo, hasta llegar al rojo obscuro y al amarillo bronce así como se alejaba de la luz. En este paraíso oceánico, de aguas nutritivas y luminosas cargadas de bacterias y alimentos microscópicos, se desarrollaba la vida con exuberancia.

El padre Océano desconocía la existencia de los infusorios humanos que osaban deslizarse por su superficie en microscópicos cascarones. No se enteraba de los incidentes que podían desarrollarse en el techo de su vivienda. Su vida continuaba equilibrada, calmosa, infinita, engendrando millones de millones de seres por milésima de segundo.

Si hubiese tomado una lección más detallada de toxicología o se hubiera acordado del ejemplo de Mitrídates, hubiera comprendido que los envenenamientos microscópicos producen unos efectos muy distintos de los que él esperaba. Pero Mateo Mantoux no había leído la historia. Lo que aun le habría extrañado más es saber que el arsénico a pequeñas dosis es un remedio contra la tuberculosis.