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Actualizado: 2 de julio de 2025
Me deleita este olor del agua, esta misteriosa agitación de los insectos en los cañaverales, este suave murmullo de las largas hojas estremeciéndose. Oyese a veces una nota triste, y retumba en el cielo como el zumbido de una caracola marina. Es el alcaraván que esconde en el fondo del agua su inmenso pico de ave pescadora, y sopla... ¡ruuú! Bandadas de grullas vuelan por encima de mi cabeza.
Es usted desde hace mucho tiempo la estrella confidente de mis amores, y adonde quiera que el destino me arrastre bien puede estar segura que eternamente será mi bandera, bajo la cual pelearé hasta derramar la última gota de mi sangre... La voz del violinista, al pasar por el agujero de la llave, producía un zumbido oscuro, lamentable, en el cual apenas podían percibirse las palabras.
Determinémonos, amiga del alma, a poner a Electra donde no vea ejemplos de liviandad, ni oiga ninguna palabra con dejos maliciosos... EVARISTA. Donde respire el ambiente de la virtud austera... PANTOJA. Donde no la trastorne el zumbido de los venenosos pretendientes sin pudor... En la crítica edad de la formación del carácter, debemos preservarla del mayor peligro, señora, del inmenso peligro...
Varios oficiales de la Guardia gubernamental y del ejército ordinario se paseaban con una mano en la empuñadura de la espada y la otra sosteniendo sobre el redondo muslo su casco deslumbrante. De los grupos masculinos vestidos con ropas de mujer surgía un continuo zumbido de murmuraciones y pláticas frívolas.
AZUCENA. Sí; desde esta mañana he sentido que me abandonaban las fuerzas, que mis miembros se torcían; un velo de sangre ha ofuscado más de una vez mis ojos, y un zumbido espantoso ha resonado continuamente en mis oídos... se me figuraba que oía el llamamiento a la eternidad... ¡La eternidad! Y ya voy a salir de esta vida con el alma emponzoñada... MANRIQUE. Por favor. AZUCENA. Y van a matarme...
Deteníanse los carros ante la puerta, todas las rejas de la calle tenían cabalgaduras atadas a sus hierros, y dentro de la casa sonaba el zumbido de la rústica aglomeración.
De repente se quejó del zumbido de sus orejas, que parecía enloquecerla, del hormigueo que sentía en su cuerpo, de la rigidez que inmovilizaba sus miembros. Todo rueda gimió . Ruedan las paredes... se abre el piso... un agujero muy negro, ¡muy negro! Isidro, cógeme... agárrame, que me caigo... ¡que me caigo!
Y mientras cuantos contemplaban el grandioso espectáculo se miraban unos a otros deslumbrados y mudos de espanto, resonó una formidable carcajada de Marcos Divès, que se mezcló al zumbido que vibraba en los oídos de aquéllos.
Por el balcón, abierto de par en par, llegaban hasta mí, en alas de la brisa, los rumores del río, el susurro de los árboles, el zumbido de los insectos, el silbido de los reptiles, la voz vibrante de alado trovador. Delante de mí se abría dilatada calle de árboles. La luz de la luna pasaba a través del follaje y dibujaba en la arena blanquecina círculos vagarosos.
Cuando se retiraba el rayo de sol, extinguiéndose el zumbido de las moscas, y el pedazo de cielo encuadrado por la puerta tomaba un suave color de violeta, la enferma alegrábase. Era la mejor de las horas: iban a llegar los suyos.
Palabra del Dia
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