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Actualizado: 2 de junio de 2025


Y entre nosotros los ha expuesto recientemente, y aun defendido hasta cierto punto, una ingeniosísima escritora gallega, mujer de muy brioso entendimiento y de varia y sólida ciencia, bastante superior a la del maestro Zola, hombre inculto y de pocas letras, como sus libros preceptivos lo declaran.

Algunas veces son los escritores del país mismo los encargados de pintar la sociedad con los colores más repugnantes. ¿Quién se resolvería a llevar su familia a Francia, si los cuadros sociales del Pot-Bouille de Zola fueran exactos, si la bourgeoisie francesa fuera el modelo de podredumbre que pinta vilipendiando y calumniando a su patria? En América se abren las puertas con más facilidad.

De todo lo cual resulta que el único naturalista acérrimo y consecuente es Emilio Zola, puesto que sus discípulos apenas merecen ser nombrados. Todo naturalista es realista, si se mantiene fiel a los preceptos de su escuela; pero no todo realista es naturalista.

Hablamos mucho de Europa, del nihilismo, de Zola, de León XIII, y de la delgadez de Sarah. Por la galería abierta penetraba un aire cálido que trascendía a heliotropo. Después la dama se sentó al piano, y con su voz de contralto rompió el silencio melancólico de la ciudad tártara, cantando las picantes arias de «Madame Javart» y las melodías fatigosas del «Rey de Lahore».

Pero esto sólo representaba á los ojos de los admiradores de Simoulin un detalle histórico insignificante, y todos repetían, con la firmeza del que dice la verdad: Víctor Hugo, que fué íntimo amigo de nuestro Simoulin. De otras amistades hablaba el grande hombre con más exactitud. En el Barrio Latino había tenido por camaradas á Zola, á Daudet y á otros escritores de su generación.

El que recorra atentamente esos libros de Zola, advertirá, sin duda, cuán vagas y confusas nociones tiene el autor de lo que debe entenderse por verdad humana, y qué concepción tan torcida del arte es la que se ha formado. Entendidos ambos conceptos en el sentido groserísimo en que él los entiende, ni sus novelas, ni otras algunas, tendrían razón de existir.

Pero, aunque llegase alguien a convencerme de que cualquiera de estos novelistas de ahora valía más que Cervantes, aún no me convencería yo de que la superioridad consistía en el ejercicio o en el empleo de un arte más exquisito y profundo, sino en que a Zola, pongamos por caso, le había dado Dios más inteligencia, más estro, más inventiva y más profundidad de ideas y de sentimientos que a Miguel de Cervantes, por donde éste se había limitado a escribir cosillas de mero pasatiempo, sin penetrar más allá de la corteza y de la epidermis, mientras que Zola se hunde como buzo espiritual en las más obscuras reconditeces del ser humano, sacando de allí a la clara luz del día secretos misteriosos, nunca revelados antes.

A lo que no nos allanamos y a lo que yo no me allano, es a que este novelista haya aparecido ya, y menos a que sea Tolstoï, Bourget o Zola.

En la misma noción del arte va envuelta la del ideal, siendo la una inseparable de la otra. El mismo Zola viene a reconocer lo así, aunque con una frase de crudo materialismo, cuando declara que el arte no viene a ser otra cosa que la naturaleza vista a través del temperamento del artista; es decir, modificada por eso que Zola llama temperamento.

Cuando uno recuerda a Oala y a Oliba de Ezequiel, la Nana de Zola es una paloma sin hiel, es una inmaculada cordera.

Palabra del Dia

rigoleto

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