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Actualizado: 23 de junio de 2025
El conde paró delante de una de las más celebradas, llamada de Eritaña, y me invitó a bajar con él. A la puerta había muchos carruajes vacíos. Atravesamos un corto zaguán y salimos pronto a los jardines, dispuestos para recibir a los numerosos parroquianos que aquel establecimiento tiene, principalmente entre la clase elevada o rica.
Julián penetró en él con el alma en un puño. Cruzó rápidamente el helado zaguán, la cavernosa cocina, y, atravesando los salones solitarios, se apresuró a refugiarse en la habitación de Nucha, donde acostumbraban servirle el chocolate por orden de la señorita. Encontró a ésta algo más desemblantada que de costumbre.
También don Andrés, que no faltaba nunca a la tertulia, encontró no pocas veces a Juanita, ya en la antesala, ya en los corredores, ya en la escalera, ya en el zaguán cuando ella se iba. Don Andrés había admirado mucho a Juanita el día en que ella se mostró imprudentemente tan engalanada en la iglesia, y había conservado de ella muy buena impresión.
Yo conozco muy bien las calles, porque antes venia yo todos los días a vender leche. Le seguí sin oir lo que el mancebo decía. ¡Cómo resonaba en la calle desierta el paso de las cabalgaduras! Aquí! exclamó Mauricio, deteniendo el caballo. No es aquí.... Sí, señor. El zaguán estaba abierto. Por una de las ventanas salía un torrente de luz. Lo comprendí todo.
A lo cual contestó: Como al señor le ha dado por la música.... ¡Así lo cuenta en todo Villaverde! ¡Cuentan en Villaverde tantas cosas! Sí; me gusta la música... desde que oí tocar a Luisa. La morena se sonrojó. Teresa se soltó diciendo: ¡Adiós! Pues ¡no sé cómo, porque ésta toca muy mal! Tocar bien, como una profesora.... Venga usted acá, y me sacó hasta el zaguán venga.
No, señor; pero me ha regalado dos onzas de oro porque pasara recado, y como no era decente que esperase respuesta en el zaguán, lo he hecho entrar en el cuarto de estudio. ¡Y dices que te ha dado dos onzas de alboroque! Pues ha de ser algo de importancia lo que trae a ese sujeto.
La puerta exterior, que cerraba un zaguán largo y sucio á modo de túnel, solía permanecer abierta toda la noche. El majo se ocultó en la sombra y espió aquella puerta. Una duda le agitaba: si Antoñico habría llegado ya.
Dos señoras salían, con los ojos muy colorados de tanto restregarlos con el pañuelo, y decía la una a la otra, al llegar al zaguán: ¿Sabés la noticia que me han dado? que Goyita se escapó la semana pasada con un dependiente de almacén, y ésta es la causa de la apoplejía del padre. ¿De veras, ché? pues, la cosa no era para menos.
Apeóse del coche y entró en el zaguán, creyendo encontrar allí alguna religiosa o algún portero a quien preguntar por la marquesa de Villasis o por el padre Cifuentes; mas sólo vio delante una empinada escalera dividida por en medio con un barandal de hierro que hacía veces de pasamanos.
Vio con esto el cielo abierto don Baltasar, y avanzando viento en popa por el dulce mar de su amor y de su deseo la nave de sus esperanzas, acudió a la siguiente noche a la reja, donde acabó de perderse en su error, y de perder a mi madre, la inocente, que un tal engaño y una tal traición había de pagar tan caros; y no pasando mucho tiempo, porque la infame Lisarda, oyendo con demasiada facilidad y ansioso deseo los consejos de su lascivia, no tardó en franquear un postigo, que por un zaguán a una oscura sala baja daba, al enamorado don Baltasar.
Palabra del Dia
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