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Actualizado: 24 de julio de 2025
A horcajadas sobre una ventana, fumando su larga pipa, se divertía en seguir con la vista la dirección de los espesos torbellinos de humo que lanzaba gravemente o en mirar fijamente la rápida estela del navío, apresurando con sus deseos el momento en que volvería a ver Francia.
Acompañó en silencio hasta Canzana á la que pronto debía de ser su madre y se despidió de ella á la puerta de casa. ¿Cómo? ¡Eso no podía ser! Felicia quería á todo trance retenerle y que durmiese aquella noche en Canzana. Mañana al amanecer volvería para continuar la busca de Demetria. No fué posible á la buena mujer convencerle. Se despidió de él llorando y de este modo entró en la casa.
La idea de que fuera un espíritu superficial, no inquietaba a la joven, tanto la había conquistado su flirt galante, cuyo recuerdo exageraba, y a veces se sorprendía contando los días que la separaban del miércoles en que lo volvería a ver. ¡Cuánto lugar ocupaba en su vida, aquel desconocido de ayer!
¡Así le despedía, fríamente, como a un amigo importuno! ¡Y aquella mujer era la misma de Sevilla!... ¡Y le convidaba a almorzar con su amigo, para que éste se recrease examinándolo de cerca como un bicho raro!... ¡Maldita sea! El era muy hombre... Se acabó. No volvería a verla. En aquellos días recibió Gallardo varias cartas de don José y de Carmen.
Era condición de su temperamento el no hacer nada por medios naturales y sencillos. Para que saliese a gusto suyo, todo había de ser laberíntico, extraño, violento. El plan era el siguiente: el P. Gil se iría una mañana a Lancia, alquilaría un coche y volvería con él por la noche. Lo dejaría en las cercanías de la villa y vendría a dormir a su casa.
Mi tío dijo que volvería, y ella se puso a cantar Mambrú se fue a la guerra; y lo estaría todavía cantando si un labrador grueso no la hubiera ofrecido su gruesa mano y su gruesa hacienda. Sin embargo, al principio estuvo inconsolable.
¡Hardoin! bonito oráculo... Fuera de la venta de carneros o del precio de un arrendamiento, no sabe una palabra de nada... Pero... Vamos a ver, amiga mía, ¿tienes más confianza en Hardoin que en mí? Juana rodeó con sus brazos el cuello de su marido en un impulso desesperado, y exclamó: No, Raúl, quiero creer, creo en ti... Si no creyera me moriría o me volvería loca.
La esperanza de mi vida volvería a brillar. "Sin embargo, si esa indiferencia no fuera sino fingida, en los dos... "Nada hay peor que esta clase de incertidumbres. Para distraerme, para arrancarme un poco la preocupación, acompañé a Camucha al taller de repujado que tiene una profesora francesa. Son muchas las señoras y las niñas que aprenden ese trabajo.
Dejó sin protesta que Lubimoff pasase un brazo por otro suyo, apoyándose en él. ¡Se expresaba con tanta humildad!... Parecía arrepentido de sus atrevimientos; le pedía perdón con su pálida sonrisa. Además, le hablaba de su hijo con un optimismo acariciador. Todos los temores de ella eran infundados; su hijo volvería: estaba seguro de ello.
»Como yo ya suponía que Amaury volvería pronto, adopté la precaución de abrir la puerta con cuidado para que no la despertase el rumor de su llegada. »Esta no se hizo esperar. Cuando él entró, le indiqué con una seña que se sentase en el lado hacia el cual tenía vuelta la cara mi hija, para que pudiese verle así que abriera los ojos, ¡Ay de mí!
Palabra del Dia
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