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Actualizado: 4 de mayo de 2025
«En este medio tiempo se juntaron en uno á cabildo Suson, padre de la Susana que llaman la fermosa fembra: Benadeva, padre del canónigo: Abalofia el perfumado que tenia las aduanas en cambio del rey é de la reina: Aleman, poca sangre, el de los muchos fijos Alemanes.... los Adalfes de Triana que aun vivian en el castillo.... Cristóbal Lopez Mondadura á San Salvador, é otros muchos ricos é poderosos que llamaron é vivian en las villas de Utrera i Carmona.
Los reyes vivían vueltos de espaldas a estas tierras de misterio, cuyas riquezas tan decantadas sólo fueron una realidad algunos años más tarde. Preocupados con sus guerras y negocios de Europa, miraban indiferentes este éxodo y abrían la mano liberalmente a toda demanda de nuevas conquistas y permisos de navegación.
La fama de este centro de enseñanza, establecido en un bosque de varias leguas, con lagos, montañas y palacios, había llegado confusamente hasta sus oídos. Le bastaba con saber que vivían en él varias hijas y sobrinas de antiguos presidentes. Y allá, envió á Mina, poco antes de su muerte.
Nada importaba que el suelo se moviese; esto no podía disminuir su confianza: era un incidente nada más. Vivían de espaldas al Océano y sólo tenían ojos para los grandes inventos de los hombres. Todos acababan por olvidar el abismo que estaba debajo de sus pies y hacían la misma vida que en tierra.
Don Esteban sentía cierta satisfacción en molestar á su hermano haciendo el elogio de una existencia sedentaria y fructuosa. Allá en las costas de Cataluña vivían sus cuñados los Blanes, unos verdaderos lobos de mar. Esto último no lo podría contradecir el médico. Pues bien; sus hijos estaban en Barcelona, unos como dependientes de comercio, otros plumeando en el despacho de su tío el rico.
Y ambos disertaron mucho rato, acerca de la naturaleza de su amor, y se extasiaron en recíproca admiración de sus almas. No; ellos no pertenecían a la sociedad en que vivían, eran de otra pasta, estaban criados para los grandes sentimientos, para la vida del corazón. Tú eres poeta; tienes un espíritu superior; tú no puedes amar realmente sino a una mujer que te comprenda.
Ahora le parecía imposible haber vivido de este modo, como una planta, como un pedrusco, sin verdadera alegría, sin dulces tristezas... sin ideal. Como él había sido, así eran casi todas las gentes que pasaban junto a él. Vivían preocupadas por las más groseras aspiraciones, sin una chispa de amor. Toda la poesía de la tierra se reconcentraba en unos cuantos, que eran ellos, los enamorados.
Era este bachiller un valiente sujeto, con atrevimientos de poeta y realidades de bravo, y lo que mejor tenía y le hacía en ocasiones útil y necesario, era que se sabía de memoria la vida y milagros, y la habitación y las costumbres, y hasta lo mínimo de los que en Sevilla y en sus alrededores vivían y algo valían.
En la costa de Venezuela, al notar en el Océano la gran extensión de agua dulce de la desembocadura del Orinoco, declaraba este río «uno de los cuatro que bañan el Paraíso terrenal». Y para dar emplazamiento al Paraíso, que, según sus autores favoritos, está situado en la cumbre de una gran montaña, escribía a los Reyes Católicos afirmando que «el mundo no es redondo en la forma que dicen los antiguos, sino en la forma de una pera, que es toda muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón, que es lo más alto; o como quien tiene una pelota muy redonda y encima de ella coloca una teta de mujer, y esta parte del pezón es la más alta y más propincua al cielo». El pezón del mundo estaba en la costa de Paria, cerca del Orinoco, y en esta altura inaccesible vivían Elías y Enoch esperando el Juicio final.
La música se amplificaba voluptuosamente al resbalar sobre la epidermis violeta del Mediterráneo y el cristal opalino de la tarde. Nadie pensaba en la guerra; era una calamidad de otras tierras y otros cielos. Hasta los convalecientes con uniforme, que vivían esta hora dulce, respirando la brisa salada, escuchando los quejidos de los violines y rodeados de mujeres vistosas, parecían no acordarse.
Palabra del Dia
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