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Actualizado: 12 de octubre de 2025
El maestro contestó, con un dejo de orgullo, que no pasó inadvertido a las maliciosas orejas de los muchachos: Era mi hija Silvia... ¿Cómo, monsieur Jaccotot?... preguntó todavía Aguilar, con no fingida sorpresa. Nosotros nada sabíamos de que usted fuera viudo... Monsieur Jaccotot meneó la cabeza en forma de negación...
El primero no puede consolarse de la pérdida de su esposa; pero su padre le dice que él mismo sería el hombre más feliz de la tierra si fuese también viudo, trazando un cuadro muy divertido de los disgustos y contrariedades que sufre con su mujer.
Por último, la muerte del pallador, viudo y solitario, está llena de dulce tristeza o más bien de esperanza consoladora. .............Un instante Fijos los ojos en el techo obscuro Pareció que hondamente agradecía La bondad del Señor. Después, ya muerto, Se quedó cual soñando en lo futuro, Y se asentó la paz en su semblante. En suma, el Nastasio del Sr.
Soy viudo y tengo seis hijos». Al decir esto, poniendo en su tono tanta sinceridad como hombría de bien, clavaba en el rostro de su interlocutor una mirada semejante a la del asesino en el momento de dar el golpe a su víctima.
Pues, señor, resulta de que yo, á la vera de la casa, tengo un güerto de carro y medio de tierra, que, en buena hora lo diga, es una alhaja pa el dicho de coger patatas y posarmos pa el avío de la casa...; como que el viudo del Cueto me daba por él un prao de cinco carros y un rodal viejo, y no se le quise cambiar.... ¡Que me muera de repente si es mentira!
El torrero era viudo, y Quenoveva dirigía a sus ocho hermanos como a un rebaño, a fuerza de gritos furiosos. Quenoveva nos pasó a Mary y a mí al despacho del torrero, lo mejor de la casa, y cerró la puerta para que la prole de chicos y chicas no se nos amontonara encima. ¡Un señorito! decían aquellos pequeños salvajes, con una curiosidad inmensa.
Tristeza del marqués viudo de Saldeoro. Los últimos vencimientos le abruman. Su fortuna triplicada no le bastaría para pagar. Toma por modelo al Tesoro público y recibe dinero al trescientos por ciento. Renuévanse las discordias entre Joaquín e Isidora por cuestiones de celos y fondos. Padecimiento moral de la de Rufete por su situación social, su penuria y la poca esperanza de remedio.
CUESTA. Vea usted por qué doy este paso... Aunque no soy muy viejo, no me siento con cuerda vital para mucho tiempo. Viudo hace veinte años, no tengo más familia que mi hija Pilar, ya casada, y ausente. La mía es como un niño que está todavía en la cuna. La mía es vieja, memoriosa. Me repite, me señala sin cesar los errores graves de mi vida. ELECTRA. ¡Usted... errores graves, usted tan bueno!
Cepeda llegó a Cádiz, de sus montañas de Asturias, y entró de dependiente en un gran almacén de azúcar, de café y de cacao de la calle de la Aduana; luego se casó con la dueña, y ésta, al morir, le instituyó heredero único, con lo que quedó viudo y riquísimo. Cepeda era naturalmente tímido con su dinero; Menchaca le impulsó a los negocios y los dos ganaron millones. El uno completaba al otro.
Algunas singulares alegorías explican después esto con toda claridad. Más acabada es la Comedia del Viudo, linda miniatura, en la cual figura la invención, después muy manoseada, de un príncipe que por amor se disfraza con vestidos humildes, y entra á servir á los padres de su amada.
Palabra del Dia
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