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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
El de Villavieja tenía bien poco que ver y mucho menos que admirar.
La única nota discordante en aquel conjunto de cosas bastante bien concordadas y soportables, y hasta entretenidas a ratos, fue la familia Carreño, o más propia y gráficamente «los Carreños» de la Campada, o, como si dijéramos, los Mucibarrenas de Villavieja, ya que a sus rivales sempiternos, los Vélez de la Costanilla, se les llamó, a su debido tiempo, los Butibambas.
»Pero supongamos que está usted de acuerdo conmigo en este punto, y que da por bueno el modo de obrarse el prodigio: «Corriente», piensa usted enseguida, «ya veo que porque quiso ella, Nieves Bermúdez, la bella, la inteligente, la rica, la discreta, la de alma noble y corazón de oro; porque lo quiso, en fin, una mujer como no se ha visto en Villavieja ni volverá a verse en los siglos de los siglos, tú, Leto mísero, te levantaste y andas; pero ¿adónde vas?» ¡Carape si es usted malicioso! ¿Qué sé yo adónde voy?
Era abogado por lujo, y por lujo consumía su juventud encerrado en el caserón de la Costanilla, por hábito de tener en poco a las gentes de Villavieja.
Así como así, estaban deseando dejar el oficio que, tras de peligroso, no les daba de comer por falta de mercado, en lo cual tenían razón, bastante más que la que tuvieron para echar a palos de Villavieja al señor catalán que quiso contratarlos con buen sueldo.
Pensando como se ha visto, llegó Bermúdez a su despacho; y manoseando la correspondencia que el ama de llaves había dejado sobre su pupitre mientras andaba él a caza de los secretos de Nieves, topó con una carta que traía el sello de la administración de correos de Villavieja. Alegrose mucho de ello, y se sentó para leerla con toda comodidad, porque prometía, por el bulto, ser bastante larga.
Pásmate ahora más: este mozo es farmacéutico; y ¡pásmate más todavía! se llama Leto de nombre y Pérez de apellido; es decir, Leto Pérez, boticario de Villavieja, como le pondrán en los sobres de las cartas. ¿No parece mentira?... También nos acompaña mucho, casi tanto como él, un señor de muy buena sombra, don Claudio Fuertes y León, comandante retirado y administrador y apoderado de papá aquí.
»Hablando ahora en serio otra vez, añado a lo dicho sobre las mujeres de tono de Villavieja, que tienen para exhibirse en toda su pomposidad, cuatro bailes de tabla al año: uno, el más solemne, el tradicional del Ayuntamiento el día de la Patrona de la villa, y tres en el Casino, dos de ellos en Carnaval y uno en Pascua de Resurrección.
Es manifactura de sabio: se ve al golpe; pero todo es de echar la iglesia abajo y otras cosas al simen... ¿qué te diré yo? Pudiera caer mal en Villavieja. No lo crea usted observó Maravillas riéndose del candor de su padre . Aquí, en este pueblo, hay materia dispuesta para todo: lo que faltaba eran manos. Pues ya están acá.
Pues ya está usted sacándola. Cuando yo vine a Villavieja por primera vez... ¡Cómo! ¿No es usted de aquí, don Claudio? No, señora. ¿Usted no lo sabía? Lo habrá olvidado, porque yo creo habérselo dicho. No lo recuerdo. Yo soy de Astorga. ¡De Astorga? Sí, señora: de donde son las grandes mantecadas... Y los maragatos, canástoles, con sus bragazas de fuelle. Sí, señor, y a mucha honra.
Palabra del Dia
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